Averroes, nació en Córdoba, Al-Ándalus, 14 de abril de 1126, y
falleció en Marrakech, 10 de diciembre de 1198. Fue un filósofo y médico
andalusí, maestro de filosofía y leyes islámicas, matemáticas, astronomía y medicina.
Averroes proviene de una familia de estudiosos del derecho. Su abuelo fue cadí
principal de Córdoba bajo el régimen de los almorávides y su padre mantuvo la
misma posición hasta la llegada de la dinastía almohade en 1146. El propio
Averroes fue nombrado cadí de Sevilla y sirvió en las cortes de Sevilla,
Córdoba y Marruecos durante su carrera.
Además de elaborar una
enciclopedia médica, escribió comentarios sobre la obra de Aristóteles (de ahí
que fuera conocido como “El Comentador”). En su obra Refutación de la
refutación (Tahafut al-tahafut) defiende la filosofía aristotélica frente a las
afirmaciones de Al-Ghazali de que la filosofía estaría en contradicción con la
religión y sería por lo tanto una afrenta a las enseñanzas del Islam. Jacob
Anatoli tradujo sus obras del árabe al hebreo durante el siglo XIII. Sus escritos
influyeron en el pensamiento cristiano de la Edad Media y el Renacimiento.
A finales del siglo XII una ola
de fanatismo invadió Al-Ándalus después de la conquista de los almohades, y
Averroes fue desterrado y aislado en Lucena, cerca de Córdoba, prohibiéndose
sus obras. Meses antes de su muerte, sin embargo, fue reivindicado y llamado a
la corte en Marruecos. Muchas de sus obras de lógica y metafísica se han
perdido definitivamente como consecuencia de la censura. Gran parte de su obra
sólo ha podido sobrevivir a través de traducciones en hebreo y latín, y no en
su original árabe. Su principal discípulo fue Ibn Tumlus, quien le había
sucedido como médico de cámara del quinto califa almohade Al-Nasir.
LA FILOSOFÍA DEL CONOCIMIENTO
La noética de Averroes, formulada
en su obra conocida como Gran comentario, parte de la distinción aristotélica
entre dos intelectos, el nous pathetikós (intelecto receptivo) y el nous
poietikós (intelecto agente), que permitió desligar la reflexión filosófica de
las especulaciones míticas y políticas. Averroes se esforzó en aclarar cómo
piensa el ser humano y cómo es posible la formulación de verdades universales y
eternas por parte de seres perecederos.
El filósofo cordobés se distancia
de Aristóteles al subrayar la función sensorial de los nervios y al reconocer
en el cerebro la localización de algunas facultades intelectivas (imaginación,
memoria...). Averroes sitúa el origen de la intelección en la percepción
sensible de los objetos individuales y concreta su fin en la universalización,
que no existe fuera del alma (el principio de los animales): el proceso
consiste en sentir, imaginar y, finalmente, captar el universal.
Ese universal tiene, por lo
demás, existencia en cuanto que lo es por aquello que es particular. En
cualquier caso, es el intelecto o entendimiento el que proporciona la
universalidad a lo que parte de las cosas sensibles. Así las cosas, en su obra
Tahâfut, expone la necesidad de que la ciencia se adecue a la realidad concreta
y particular, pues no puede existir conocimiento directo de los universales.
La concepción del intelecto en
Averroes es cambiante, pero en su formulación más amplia distingue cuatro tipos
de intelecto, es decir, las cuatro fases que atraviesa el entendimiento en la
génesis del conocimiento: material (receptivo), habitual (que permite
concebirlo todo), agente (causa eficiente y formal de nuestro conocimiento,
intrínseco al hombre y que existe en el alma) y adquirido (unión del hombre con
el intelecto).
Averroes distingue, además, entre
dos sujetos del conocimiento (más propiamente: los sujetos de los inteligibles
en acto): el sujeto mediante el cual esos inteligibles son verdaderos (las
formas que son imágenes verdaderas) y el sujeto mediante el que los
inteligibles son un ente en el mundo (intelecto material). Consecuentemente, el
sujeto de la sensación (por el cual es verdadera) existe fuera del alma y el
sujeto del intelecto (por el cual este es verdadero), dentro.
SUS TESIS
A pesar de la condena de 219
tesis averroístas por parte del obispo parisino Étienne Tempier en 1277 a causa
de su incompatibilidad con la doctrina católica, muchas de éstas sobrevivieron
en la literatura posterior de mano de autores como Giordano Bruno o Pico della
Mirandola. Así, encontramos en estos autores una defensa de la superioridad de
la vida contemplativa-teórica frente a la vida práctica (en línea con lo
defendido por Aristóteles en su Ética Nicomáquea, X o en y una reivindicación
del carácter instrumental-político de la religión como una doctrina destinada
al gobierno de las masas incapaces de darse una ley a sí mismas por medio de la
razón.
La ley religiosa, había dicho
Averroes en su Tahafut al-tahafut, proporciona la
misma verdad que el filósofo alcanza indagando en la causa y la naturaleza de
las cosas; sin embargo, ello no implica que la filosofía actúe en modo alguno
en los hombres cultos como sustituto de la religión: "los filósofos creen que
las religiones son construcciones necesarias para la civilización". La
existencia de la religión es también necesaria para la integración del filósofo
en la sociedad civil.
Otras tesis que encontramos en
Averroes son:
- Que el mundo es eterno
- Que el alma está dividida en dos partes, una individual perecedera (intelecto pasivo) y otra divina y eterna (intelecto activo).
- El intelecto activo es común a todos los hombres.
- El intelecto activo se convierte en intelecto pasivo cuando se halla unido al alma humana. Cuando la facultad imaginativa del hombre recibe las imágenes que le proporciona la actividad de los sentidos, las transmite al intelecto pasivo. Las formas, que existen en potencia en tales imágenes, son actualizadas por el intelecto activo, convirtiéndose en conceptos y juicios.
A fin de salvar la incompatibilidad de las tesis averroístas con la doctrina cristiana, Siger de Brabant propuso la doctrina de la doble verdad, según la cual hay una verdad religiosa y una verdad filosófica y científica. Esta doctrina sería adoptada por la mayoría de defensores europeos del averroísmo.