Epicuro (Samos, aproximadamente
341 a. C. - Atenas, 270 a. C.) fue un filósofo griego, fundador de la escuela
que lleva su nombre (epicureísmo). Los aspectos más destacados de su doctrina
son el hedonismo racional y el atomismo. Defendió una doctrina basada en la
búsqueda del placer, la cual debería ser dirigida por la prudencia. Se
manifestó en contra del destino, de la necesidad y del recurrente sentido
griego de fatalidad. La naturaleza, según Epicuro, está regida por el azar,
entendido como ausencia de causalidad. Sólo así es posible la libertad, sin la
cual el hedonismo no tiene motivo de ser.
Criticó los mitos religiosos, los
cuales, según él, no hacían sino amargar la vida de los hombres. El fin de la
vida humana es procurar el placer y evadir el dolor, pero siempre de una manera
racional, evitando los excesos, pues estos provocan un posterior sufrimiento.
Los placeres del espíritu son superiores a los del cuerpo, y ambos deben
satisfacerse con inteligencia, procurando llegar a un estado de bienestar
corporal y espiritual al que llamaba ataraxia.
Criticaba tanto el desenfreno
como la renuncia a los placeres de la carne, arguyendo que debería buscarse un
término medio, y que los goces carnales deberían satisfacerse siempre y cuando
no conllevaran un dolor en el futuro. La filosofía epicureísta afirma que la
filosofía debe ser un instrumento al servicio de la vida de los hombres, y que
el conocimiento por sí mismo no tiene ninguna utilidad si no se emplea en la
búsqueda de la felicidad.
Aunque la mayor parte de su obra
se ha perdido, conocemos bien sus enseñanzas a través de la obra De rerum
natura del poeta latino Lucrecio (un homenaje a Epicuro y una exposición amplia
de sus ideas), así como a través de algunas cartas y fragmentos rescatados.
PENSAMIENTO Y FILOSOFÍA
La filosofía de Epicuro consta de
tres partes: La Gnoseología o Canónica, que se ocupa de los criterios por los
cuales llegamos a distinguir lo verdadero de lo falso; la Física, que estudia
la naturaleza; y la Ética, que supone la culminación del sistema y a la que se
subordinan las dos primeras partes.
CANÓNICA. La canónica es la parte de la filosofía que examina la
forma en la que conocemos y la manera de distinguir lo verdadero de lo falso.
Según Epicuro, la sensación es la base de todo el conocimiento y se produce
cuando las imágenes que desprenden los cuerpos llegan hasta nuestros sentidos.
Ante cada sensación, el ser humano reacciona con placer o con dolor, dando
lugar a los sentimientos, que son la base de la moral.
Cuando las sensaciones se repiten
numerosas veces, se graban en la memoria y forman así lo que Epicuro denomina
las "ideas generales" (diferentes a las platónicas). Para que las
sensaciones constituyan una base adecuada, sin embargo, deben estar dotadas de
la suficiente claridad, al igual que las ideas, o de otro modo nos conducirán
al error.
Diógenes Laercio, menciona un
cuarto proceso de conocimiento, además de las sensaciones, los sentimientos y
las ideas generales: las proyecciones imaginativas, por las cuales podemos
concebir o inferir la existencia de elementos como los átomos, aunque éstos no
sean captados por los sentidos.
Todos esos aspectos, sin embargo,
son sólo los principios que rigen nuestro modo de conocer la realidad. El
resultado de su aplicación nos lleva a concluir la concepción de la naturaleza
que se detalla en la física, segunda parte de la filosofía epicúrea.
FÍSICA. Según la física de Epicuro, toda la realidad está formada
por dos elementos fundamentales. De un lado los átomos, que tienen forma,
extensión y peso, y de otro el vacío, que no es sino el espacio en el cual se
mueven esos átomos.
Las distintas cosas que hay en el
mundo son fruto de las distintas combinaciones de átomos. El ser humano, de la
misma forma, no es sino un compuesto de átomos. Incluso el alma está formada
por un tipo especial de átomos, más sutiles que los que forman el cuerpo, pero
no por ello deja el alma de ser material. Debido a ello, cuando el cuerpo
muere, el alma muere con él.
Con respecto a la totalidad de la
realidad Epicuro afirma que ésta, como los átomos que la forman, es eterna. No
hay un origen a partir del caos o un momento inicial. Tal y como leemos en la
Carta a Heródoto: «Desde luego, el todo fue siempre tal como ahora es, y
siempre será igual».
Esta concepción atomista procede
de Demócrito, pero Epicuro modifica la filosofía de aquél en aspectos
importantes, pues no acepta el determinismo que el atomismo conllevaba en su
forma original. Por ello, introduce un elemento de azar en el movimiento de los
átomos, llamado clinamen, una desviación de los átomos en su caída en el vacío,
es decir, una desviación de la cadena de las causas y efectos, con lo que la
libertad queda asegurada.
Este interés por parte de Epicuro
en salvaguardar la libertad es fruto de la consideración de la ética como la
culminación de todo el sistema filosófico al cual se han de subordinar las
restantes partes. Éstas son importantes tan sólo en la medida en que son
necesarias para la ética, tercera y última división de la filosofía.
ÉTICA. La ética, como ya se ha dicho, es la culminación del sistema
filosófico de Epicuro: la filosofía tiene como objetivo llevar a quien la
estudia y practica a la felicidad, basada en la autonomía o autarquía y la
tranquilidad del ánimo o ataraxia. Puesto que la felicidad es el objetivo de
todo ser humano, la filosofía interesa a cualquier persona, independientemente
de sus características (edad, condición social, etc.).
La ética de Epicuro se basa en
dos polos opuestos: el miedo, que debe ser evitado, y el placer, que se
persigue por considerarse bueno y valioso.
LOS CUATRO MIEDOS
La lucha contra los miedos que
atenazan al ser humano es parte fundamental de la filosofía de Epicuro; no en
vano, ésta ha sido designada como el "tetrafármaco" o medicina contra
los cuatro miedos más generales y significativos: el miedo a los dioses, el
miedo a la muerte, el miedo al dolor y el miedo al fracaso en la búsqueda del
bien.
Si bien Epicuro no era ateo,
entendía que los dioses eran seres demasiado alejados de nosotros, los humanos,
y no se preocupaban por nuestras vicisitudes, por lo que no tenía sentido
temerles. Por el contrario, los dioses deberían ser un modelo de virtud y de
excelencia a imitar, pues según el filósofo viven en armonía mutua, manteniendo
entre ellos relaciones de amistad.
En cuanto al temor a la muerte,
lo consideraba un sin sentido, puesto que “todo bien y todo mal residen en la
sensibilidad y la muerte no es otra cosa que la pérdida de sensibilidad”. La
muerte en nada nos pertenece pues mientras nosotros vivimos no ha llegado y
cuando llegó ya no vivimos.
Por último, carece también de
sentido temer al futuro, puesto que: “el futuro ni depende enteramente de
nosotros, ni tampoco nos es totalmente ajeno, de modo que no debemos esperarlo
como si hubiera de venir infaliblemente ni tampoco desesperarnos como si no
hubiera de venir nunca”.
EL PLACER Y LA FELICIDAD
Epicuro consideraba que la
felicidad consiste en vivir en continuo placer. Este punto de su doctrina ha
sido a menudo objeto de malentendidos, pese a que Epicuro hace una cuidadosa
categorización de los placeres, indicando cuáles son recomendables y cuáles no.
En efecto, Epicuro señala que existen tres tipos de placeres:
- Los naturales y necesarios: Las necesidades físicas básicas, alimentarse, calmar la sed, el abrigo y el sentido de seguridad.
- Los naturales e innecesarios: La conversación amena, la gratificación sexual y las artes.
- Los innaturales e innecesarios: Que considera superfluos: la fama, el poder político o el prestigio.
Epicuro formuló algunas
recomendaciones en torno a todas estas categorías de deseos:
- El hombre debe satisfacer los deseos naturales necesarios de la forma más económica posible.
- Se pueden perseguir los deseos naturales innecesarios hasta la satisfacción del corazón, pero no más allá.
- No se debe arriesgar la salud, la amistad, la economía en la búsqueda de satisfacer un deseo innecesario, pues esto sólo conduce a un sufrimiento futuro.
- Hay que evitar por completo los deseos innaturales innecesarios, pues el placer o satisfacción que producen es efímero.
También distinguía entre dos
tipos de placeres, basados en la división del hombre en dos entes diferentes
pero unidos, el cuerpo y el alma:
- Placeres del cuerpo: Aunque considera que son los más importantes, en el fondo su propuesta es la renuncia de estos placeres y la búsqueda de la carencia de apetito y dolor corporal;
- Placeres del alma: El placer del alma es superior al placer del cuerpo, pues el corporal tiene vigencia en el momento presente, pero es efímero y temporal, mientras que los del alma son más duraderos y además pueden eliminar o atenuar los dolores del cuerpo.
Epicuro dice que “todo placer es
un bien en la medida en que tiene por compañera a la naturaleza”. Los placeres
vanos no son buenos, porque a la larga acarrearán dolor y no sólo son más
difíciles de conseguir, sino además más fáciles de perder.
También habla de la importancia
de poseer una virtud para elegir y ordenar los placeres: la prudencia. El
discernimiento de los diferentes placeres y la recta prudencia, permiten
acercarse a una vida feliz, lo cual constituye el objeto de la filosofía.
Epicuro valoraba como placer
fundamental la tranquilidad del alma y la ausencia de dolor: “la ausencia de
turbación y de dolor son placeres estables; en cambio, el goce y la alegría
resultan placeres en movimiento por su vivacidad. Cuando decimos entonces, que
el placer es un fin, no nos referimos a los placeres de los inmoderados, sino
en hallarnos libres de sufrimientos del cuerpo y de turbación del alma”. Una
rica vida privada, rodeada de amistades y de placeres moderados con el mínimo
de dolores posibles y tranquilidad en el alma, brinda la felicidad.
SUS MÁS CONOCIDOS AFORISMOS
"El
cuerpo, en lances de amor, es parte indispensable del alma."
"El
hombre es rico desde que se ha familiarizado con la escasez."
"El más
grande fruto de la serenidad del alma es la justicia."
"El que
no considera lo que tiene como la riqueza más grande, es desdichado, aunque sea
dueño del mundo."
"El sabio
no se esforzará en dominar el arte de la retórica y no intervendrá en política
ni querrá ser rey."
"No es
verdaderamente impío el hombre que niega los dioses que la multitud venera,
sino aquél que afirma de los dioses lo que la multitud cree de ellos"
"¿Quieres
ser rico? Pues no te afanes por aumentar tus bienes, sino en disminuir tu
codicia."
"Retírate
dentro de ti mismo, sobre todo cuando necesites compañía."
"La
autarquía y la anarquía, los mayores frutos de la autonomía".
"Nadie,
al ver el mal, lo elige, sino que se deja engañar por él, como si fuera un bien
respecto a un mal peor".
"Lo
insaciable no es la panza, como el vulgo afirma, sino la falsa creencia de que
la panza necesita hartura infinita".
“Todo el mundo
se va de la vida como si acabara de nacer".
"Quien un
día se olvida de lo bien que lo ha pasado se ha hecho viejo ese mismo
día".
"El que
menos necesita del mañana es el que avanza con más gusto hacia él".
"También
en la moderación hay un término medio, y quien no da con él es víctima de un
error parecido al de quien se excede por desenfreno".
"Límite
de la grandeza de los placeres es la eliminación de todo dolor. Donde exista
placer, por el tiempo que dure, no hay ni dolor ni pena ni la mezcla de
ambos".
"¿Dios
está dispuesto a prevenir la maldad pero no puede? Entonces no es omnipotente.
¿No está dispuesto a prevenir la maldad, aunque podría hacerlo? Entonces es
perverso. ¿Está dispuesto a prevenirla y además puede hacerlo? Si es así, ¿por
qué hay maldad en el mundo? ¿No será que no está dispuesto a prevenirla ni
tampoco puede hacerlo? Entonces, ¿para qué lo llamamos Dios?"
"¿Dioses?
Tal vez los haya. Ni lo afirmo ni lo niego, porque no lo sé ni tengo medios
para saberlo. Pero sé, porque esto me lo enseña diariamente la vida, que si
existen ni se ocupan ni se preocupan de nosotros."
"Porque
los dioses existen: el conocimiento que de ellos tenemos es evidente"
"..considera superior a aquel que guarda opiniones piadosas respecto a los
dioses, se muestra tranquilo frente a la muerte, sabe qué es el bien.."
"Las
enfermedades duraderas proporcionan a la carne más placer que dolor."