En religión, ocultismo y
folclore, un demonio es un ser sobrenatural descrito como algo que no es humano
y que usualmente resulta malévolo. Sin embargo, la palabra griega original
"daimon" es neutral y no contiene una connotación necesariamente
negativa en sus inicios para los antiguos griegos. Esto sucedió por la
aplicación de la koiné (en el helenístico y en el Nuevo Testamento en griego)
del término daimonion y más tarde se atribuyó ese sentido maléfico a cualquier
palabra afín que compartiera la raíz, cuando originalmente fue previsto para
denotar simplemente a un "espíritu" o un "ser espiritual".
En las religiones del oriente
cercano, así como en las derivadas de las tradiciones Abrahamicas, incluyendo
la demonología medieval cristiana, un demonio es considerado un "espíritu
impuro", el cual puede causar una posesión demoníaca y puede ser expulsado
por el ritual del exorcismo. En el ocultismo de Occidente y la magia
renacentista (una mezcla de magia greco-romana, demonología judía y tradición
cristiana), un demonio es una entidad espiritual que puede ser conjurada y
controlada. En la literatura muchos de los demonios fueron ángeles caídos.
Como con frecuencia se lo
representa como una fuerza que puede ser conjurada y controlada, se pueden
encontrar referencias a "buenos demonios" en Hesiodo y Shakespeare.
En la actualidad, el buen demonio es generalmente un dispositivo literario (por
ejemplo, el demonio de Maxwell). En el lenguaje común, para desacreditar a una
persona se la «demoniza» (o «sataniza»).
Demonio también es un sinónimo de
diablo y proviene del verbo griego diabál•ló, que significa, entre otras cosas:
“calumniar, falsear, mentir”. Véase el contexto circunstancial que determina el
significado calificativo al portador del nombre, de lo que se deduce que de
entre todas las acepciones posibles de diablo: “calumniador, falseador,
mentiroso” es la apropiada. A través del latín, el término griego dio origen al
español «diablo».
Fue a partir de los caldeos que
el nombre "Shedu" llegó a los israelitas, por lo que los escritores
de la Tanaj aplicaron la palabra como dialogismo a los dioses cananeos en los
dos pasajes citados. Pero también hablaron de "El destructor" (Éxodo
12:23) como un demonio maligno, cuyo efecto sobre las casas de los israelitas
había de ser rechazado por la sangre del sacrificio pascual rociada en el
dintel de la puerta y la puerta posterior (un correspondiente talismán pagano
se menciona en Isaías 57:6). En 2 Samuel 24:16 y 2 Crónicas 21:15 el demonio
que esparce la pestilencia es llamado "El ángel exterminador"
(comparar "el ángel del Señor" en 2 Reyes 19:35; Isaías 37:36),
porque, a pesar de que son demonios, estos "mensajeros del mal"
(Salmos 78:49 y A. V. "ángeles del mal") no siguen sólo las órdenes
de Dios, son los agentes de su ira divina.
Hay indicios de que la mitología
hebrea popular atribuye a los demonios de una cierta independencia, un carácter
malvado propio, porque se cree que vienen no de la morada celestial de Dios,
sino del mundo inferior. Los demonios hebreos eran los hacedores de daño. A
ellos se atribuyen las diversas enfermedades, sobre todo, como afectan el
cerebro y las partes internas. Por lo tanto, existía el temor de
"Shabriri" (literalmente, "el resplandor deslumbrante"), el
demonio de la ceguera, que descansa sobre el agua descubierta en la noche y
afecta a las personas con ceguera que beben de la misma. También se mencionó el
espíritu de la catalepsia y el espíritu del dolor de cabeza, el demonio de la
epilepsia, y el espíritu de la pesadilla.
Estos demonios se supone que
entran en el cuerpo y provocan la enfermedad, mientras abruman o se
"apoderan" de la víctima (como si "incautáran" el cuerpo).
Para curar dichas enfermedades era necesario sacar los demonios por ciertos encantamientos
y rituales con talismanes, en los que sobresalían los esenios. Josefo, que
menciona a los demonios como "espíritus de los malvados que entran en los
hombres que están vivos y los matan", pero que pueden ser expulsados por
cierta raíz, fue testigo de un ritual en presencia del emperador Vespasiano, y
atribuye su origen al rey Salomón.
BIBLIA HEBREA
Los que están en la Biblia Hebrea
son de dos clases: se'irim y shedim. Los se'irim ("seres peludos"), a
los que algunos israelitas ofrecían sacrificios en los campos abiertos, son
criaturas parecidas a los sátiros, se describen como danzantes en el desierto16
y que son idénticos a los genios, como por ejemplo: Dantalion, el 71. º
espíritu de Salomón. Posiblemente, pertenezcan a la misma clase: el demonio
Azazel, los demonios parecidos a cabras del desierto, el jefe de los se'irim, y
Lilith. Es posible que "las gacelas y las ciervas del campo " (por lo
que Shulamit conjura a las hijas de Jerusalén para traerle de vuelta a su
amante) sean espíritus parecidos a los faunos y similares a los se'irim, aunque
de carácter inofensivo.
El espíritu del mal que molestaba
a Saúl (1 Samuel 16:14 et seq.) puede haber sido un demonio, [cita requerida],
aunque el Texto masorético nos dice que el espíritu fue enviado por Dios. Algunos
shedim benevolentes se usaron en ceremonias cabalísticas (como el famoso
"gólem de Praga"), y los shedim maléficos (mazikin, de la raíz que
significa "daño") fueron a menudo acreditados con posesión. Del mismo
modo, un "shed" podía habitar o deshabitar una estatua inanimada.
JUDAÍSMO
Según algunas fuentes rabínicas,
se creía que los demonios estaban bajo el dominio de un rey o jefe, ya sea
Asmodai o según el antiguo Haggadah "Samael, el ángel de la muerte"
(que "mata con su veneno mortal" y es llamado "jefe de los
demonios"). Ocasionalmente algún demonio es llamado "Satanás".
La demonología rabínica tiene tres clases de demonios, aunque apenas son
separables una de otra. Allí estaban los shedim, los mazziḳim
("dañadores"), y los ruḥin ("espíritus"). Además de estos
habían: lilin ("espíritus de la noche"), ṭelane ("sombra" o
"espíritus de la tarde"), ṭiharire ("espíritus del
mediodía") y los ẓafrire ("espíritus de la mañana"), así como
los "demonios que traen hambre" y "que causan la tormentas y terremotos"(Targ.
Yer a Deuteronomios 32:24 y Números 6:24.
CRISTIANISMO
"Demonio" tiene varios
significados, todos ellos relacionados con la idea de un espíritu que habita un
lugar, o que acompaña a una persona. Si bien un daemon era benéfico o malévolo,
la palabra griega significa algo diferente de las nociones medievales posteriores
de 'demonio', y los estudiosos debaten el momento en que judíos y cristianos
cambiaron el sentido griego para obtener luego su sentido medieval. Algunas
denominaciones afirmativas de la fe cristiana también incluyen -exclusivamente
o no- a los ángeles caídos como demonios de facto. Esta definición también
abarca a los Nephilim, los "hijos de Dios" (descritos en el Génesis)
que abandonaron sus puestos en el Cielo para aparearse con mujeres en la
Tierra, antes del diluvio.
La actual Iglesia Católica Romana
enseña que los ángeles y los demonios son seres reales y personales, de
carácter absolutamente espiritual, no sólo representaciones simbólicas de
fuerzas naturales o tendencias psíquicas humanas. De acuerdo a la demonología
cristiana los demonios fueron castigados eternamente, pues nunca se
reconciliarán con Dios. Otras teorías postulan una reconciliación universal, en
la que Satanás, los ángeles caídos, y las almas de los muertos que están
condenados al infierno, se reconciliarán finalmente con Dios; esta doctrina es
asociada a menudo con las creencias de la Iglesia de la Unificación. En el
pasado, Orígenes, Jerónimo y Gregorio de Nisa también mencionaron esta
posibilidad.
En el cristianismo contemporáneo
los demonios son, generalmente, considerados como los ángeles que cayeron de la
gracia al rebelarse contra Dios. Sin embargo, otras escuelas de pensamiento en
el cristianismo o en el judaísmo enseñan que los demonios o espíritus malignos
son el resultado de las relaciones sexuales entre ángeles caídos y mujeres
humanas. Cuando estos híbridos (Nephilim) murieron, dejaron sus espíritus
desencarnados "vagar por la tierra en busca de descanso" (Lucas
11:24). Muchos textos históricos no canónicos describen en detalle esto último
y sus consecuencias. Esta creencia se repite en otras grandes religiones y
mitologías antiguas. Los cristianos que rechazan este punto de vista atribuyen
la descripción narrada en Génesis 6 acerca de los "Hijos de Dios"
como correspondiente a los hijos de Seth (uno de los hijos de Adán) que se
habrían juntado con los "hijas de los hombres"(tal vez las
descendientes de Caín).