Manierismo ("maniera":
estilo) es la denominación historiográfica del periodo y estilo artístico que
se sitúa convencionalmente en las décadas centrales y finales del siglo XVI,
como parte última del Renacimiento (bajo Renacimiento). Su caracterización es
problemática, pues aunque inicialmente se definió como la imitación de la
maniera de los grandes maestros del Alto Renacimiento, posteriormente se entendió
como una reacción contra el ideal de belleza clasicista y una complicación
laberíntica tanto en lo formal como en lo conceptual (forzando el decorum y el
equilibrio alto-renacentistas, una "violación de la figura"), que
prefigura el "exceso" característico del Barroco.
Por otro lado, también se
identifica el Manierismo con un arte intelectualizado y elitista, opuesto al
Barroco, que será un arte sensorial y popular. Considerado como una mera
prolongación del genio creativo de los grandes genios del Alto Renacimiento
(Leonardo, Rafael, Miguel Ángel, Tiziano) por sus epígonos (como los
leonardeschi), el Manierismo fue generalmente minusvalorado por la crítica y la
historiografía del arte como un estilo extravagante, decadente y degenerativo;
un refinamiento erótico y una "afectación artificiosa" cuya elegancia
y grazia16 no fue apreciada plenamente hasta su revalorización en el siglo XX,
que comenzó a ver de forma positiva incluso su condición de auto-referencia del
arte en sí mismo.
ARTES PLÁSTICAS
En el arte italiano se considera
que el inicio del Manierismo parte de un violento acontecimiento histórico: el
Saco de Roma de 1527, que puso fin a la centralidad que la ciudad papal tuvo en
las primeras décadas del siglo, dispersando a los artistas que hasta entonces
habían trabajado en ella por otros centros artísticos (como la escuela
veneciana, la escuela parmesana o la escuela veronesa).
"Virgen del Cuello Largo", de Parmigianino. |
"Ícaro", de Goltzius. |
El manierismo se preocupaba por
solucionar problemas artísticos intrincados tanto en el contenido (alegorías y
simbolismos) como en la forma. El cuerpo humano, tanto vestido como desnudo se
representa en toda clase de complicadas posturas, difíciles y artificiosas, de
una extraña gracia y elegancia. Las extremidades son raramente alargadas, las
cabezas aparecen pequeñas y el semblante estilizado. Los colores no remiten a
la naturaleza, sino que son extraños, fríos, artificiales, violentamente
enfrentados entre sí, en vez de apoyarse en gamas. El propio Miguel Ángel o el
académico Rafael experimentaron en sus últimas obras el placer de la
transgresión, desdibujando sus figuras o dejando inacabadas sus obras.
La escultura manierista busca
"la multiplicidad de las vistas", superando no sólo las concepciones
altorenacentistas (Leonardo reducía la estatuaria a la "combinación de dos
relieves"), sino también la "vista principal, completa y
definitiva" que caracteriza la obra escultórica de Miguel Ángel. Para Cellini
"la escultura se empieza todavía con una sola vista, después se empieza a
desarrollar poco a poco; y así se va haciendo esta grandísima fatiga con cien
vistas o más, a las que he debido despojar de aquel bellísimo aspecto que tenía
la primera vista".
LITERATURA
En historia de la literatura, la
literatura manierista se interpreta como un proceso evolutivo que afecta a las
formas y a la actitud de los poetas. El cambio que afecta a las formas, por
influencia de las artes. Tanto por época como por ciertos rasgos estilísticos,
autores de la talla de Torquato Tasso, Camoens, Shakespeare y Cervantes serían
manieristas. También ha sido calificada de manierista la Pleiáde francesa de
mediados del siglo XVI, la poesía metafísica inglesa de comienzos del siglo
XVII y la poesía italiana de Giovanni della Casa o Giambattista Marino.
Las características formales y
conceptuales de la literatura de este grupo de autores muestra el paso de la
atmósfera renacentista humanista, idílica y clasicista, a otra que puede
calificarse de "manierista" por su melancolía, desencanto,
complejidad y pathos, que apunta ya a los contrastes de la literatura del
Barroco. Se acrecienta una nueva dimensión trágica en los héroes, cuya victoria
moral se da muchas veces en virtud de su derrota, en una visión sobre el
destino que diverge de la clásica. En términos formales, los dramas de
Shakespeare y la prosa de Cervantes se realizan con quiebras de continuidad,
con un tratamiento libre y desigual de espacio y tiempo (unidades aristotélicas),
negando la economía, el orden y la linealidad clásicos, en una continua y
extravagante expansión y variación de su material, en la caracterización
psicológica inconsistente, ambigua e imprevisible de sus personajes, en la
yuxtaposición de recursos altamente formalistas y convencionales con otros
sacados de lo prosaico, lo improvisado y lo vulgar.
También es un típico recurso
manierista valerse de metáforas oscuras y sobrecargadas, de lo mágico y lo
fantástico, de antítesis, asonancias y paronomasias, de lo intrincado y lo
enigmático, poner en cruda evidencia las debilidades de los héroes, que pueden
ser muchas y profundas (antihéroe), y que por eso mismo les hacen, a los ojos
modernos, tan reales, vivos y verdaderos.
... cuando he de escribir una comedia,
encierro los preceptos con seis llaves;
saco a Terencio y Plauto de mi estudio,
para que no me den voces (que suele
dar gritos la verdad en libros mudos),
y escribo por el arte que inventaron
los que el vulgar aplauso pretendieron,
porque, como las paga el vulgo, es justo
hablarle en necio para darle gusto.
Lope de Vega, Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, 1609.