martes, 29 de mayo de 2018

LA CONDENADA

Una leyenda nos cuenta sobre una muchacha condenada, que después de tres días de haber sido sepultada en el cementerio, inició su espantosa labor de mostrar, de vez en vez, una de sus pálidas manos por sobre la tierra, como si quisiera agarrar o asirse de algo o de alguien. Fue en ese afán, que el sepulturero del lugar se percató, no sin llevarse menudo susto primero, del inusual acontecimiento. y fue a dar aviso al señor cura del pueblo, para que éste pusiera fin o santo remedio a tal género de situaciones de ultratumba. Cuando el curita, al ir al cementerio confirmó el suceso, sin quererlo fue víctima de la mano que se cogió fuertemente de uno de sus pies.

Lo que lo llevó, desesperadamente, a defenderse de los terribles jalones y arañazos de la condenada; esto gracias a la ayuda de un látigo que había tenido a bien llevar. Una vez resuelto el impase, no tuvo mejor idea que acercarse a casa de la madre de la muchacha, y preguntarle cómo había sido la muerta en vida. Al saber el cura sobre los acostumbrados maltratos, que durante dieciocho años tuvo por costumbre recibir la madre, resolvió con el consiguiente permiso de los familiares, desenterrar el cuerpo de la condenada, esto con ayuda del sepulturero, y volverlo a meter en la fosa; pero esta vez boca abajo, para que no molestara, mas sólo a las alamas del infierno.