El oráculo de
Delfos fue un gran recinto sagrado dedicado principalmente a Apolo que tenía en
el centro su gran templo, al que acudían los griegos para preguntar a los
dioses sobre cuestiones inquietantes. Situado en Grecia, en el emplazamiento de
lo que fue la antigua ciudad de Delfos, al pie del monte Parnaso, en medio de
las montañas de la Fócida. De las rocas de la montaña brotaban varios
manantiales que formaban distintas fuentes. Una de las fuentes más conocidas
desde muy antiguo era la fuente de Castalia, rodeada de un bosquecillo de
laureles consagrados a Apolo.
La leyenda y la
mitología cuentan que en el monte Parnaso y cerca de esta fuente se reunían
algunas divinidades, diosas menores del canto, la poesía, llamadas musas junto
con las ninfas de las fuentes, llamadas náyades. En estas reuniones Apolo
tocaba la lira y las divinidades cantaban. El oráculo de Delfos influyó en gran
manera en la colonización de las costas del sur de Italia y de Sicilia. Llegó a
ser el centro religioso del mundo helénico. La Fócida o Focia es una antigua
región del centro de Grecia atravesada por el gran macizo del monte Parnaso. En
época de la Grecia clásica una parte de esta región, la que está situada al pie
de dicho monte, tenía el topónimo de Pyto (o Pito), en griego Πυθω. Este lugar
es el conocido como Delfos, es decir, Pyto y Delfos son sinónimos. El puerto de
Itea era la puerta al mar más cercano a Delfos.
El nombre de
Pito fue tomado de la serpiente Pitón (Πυθων) que vivía en una cueva de estos
parajes y a la que el dios Apolo dio muerte para apoderarse de su sabiduría y
ser él quien presidiera el oráculo. La mitología cuenta que después de dar
muerte a la serpiente, Apolo guardó sus cenizas en un sarcófago y fundó en su
honor unos juegos fúnebres que se llamaron Juegos Píticos. Más tarde corrió la
leyenda de que ese sarcófago se hallaba enterrado debajo del ónfalos, piedra
cuyo nombre significa "ombligo del mundo", en el templo de Apolo en
Delfos. De este nombre derivó el de Pitia o Pitonisa (Πυθια), nombre que se le
fue dando a las mujeres que interpretaban las respuestas, es decir el oráculo.
Al templo de Apolo se le llamaba también Pition (Πυθιoν) y al mismo Apolo en
Delfos se le llamó Apolo Pitio.
El topónimo de
Delfos viene de Delfine (Δελφινης), que era el nombre del dragón mitológico que
custodiaba el oráculo antes de la llegada de Apolo. A partir del siglo IV a.
C., se le empezó a llamar Pitón en lugar de Delfine, aunque en esencia era el
mismo personaje. Son dos fases sucesivas de la leyenda. Siguiendo el topónimo
de Delfine, al templo de Apolo se le llamó igualmente Delfinion.
Pitia o Pitonisa. Se sabe que la
elección de este personaje se hacía sin ninguna distinción de clases. A la
candidata sólo se le pedía que su vida y sus costumbres fueran irreprochables.
El nombramiento era vitalicio y se comprometía a vivir para siempre en el
santuario. Durante los siglos de apogeo del oráculo fue necesario nombrar hasta
tres pitonisas para poder atender con holgura las innumerables consultas que se
hacían por entonces. Sin embargo en los tiempos de decadencia sólo hubo una,
suficiente para los pocos y espaciados oráculos que se requerían.
Los consultantes
tenían una entrevista con ella unos días antes del oráculo. Este hecho está
perfectamente documentado en las noticias que dan los autores de la Antigüedad.
El oráculo se celebraba un día al mes, el día 7 que se consideraba como la
fecha del nacimiento de Apolo. Los consultantes eran de todo tipo, desde
grandes reyes hasta gente pobre. En primer lugar se ofrecía un sacrificio en el
altar que había delante del templo. A continuación se pagaban las tasas
correspondientes y por último el consultante se presentaba ante la Pitia y
hacia sus consultas oralmente, según se cree.
Se conoce muy
poco sobre el rito que se seguía en el oráculo. Se sabe que la Pitia se sentaba
en un trípode que estaba en un espacio llamado aditon, al fondo del templo de
Apolo Pitio. significa "fondo del santuario" y τo αδυτoν significa
"lugar sagrado de acceso prohibido".
En el oráculo de
Dódona se hacían las consultas grabadas en laminillas de plomo de las que se
han encontrado bastantes ejemplares en las excavaciones. La Pitia daba
respuestas (el verdadero oráculo) que un sacerdote recogía y escribía en forma
de verso. Después se le entregaba al consultante. En un primer momento, las
sentencias de la pitonisa se hacían en verso, pero a mucha gente le parecía
extraño que, siendo Apolo el dios de la música, tuvieran las predicciones tan
mala calidad rítmica y melódica. Así que pronto la pitonisa comenzó a predecir
en prosa.
Uno de los
enigmas con el que se enfrentan los estudiosos del tema es el gran número de
aciertos que tuvo el oráculo de Delfos. La fe en él era total, incluso si se
equivocaba porque en ese caso se decía que el fallo era la interpretación de lo
dicho y no el oráculo en sí.
Durante siglos
ha corrido una leyenda en forma de verdad histórica acerca del oráculo y el
estado de la Pitonisa. Dicha leyenda se difundió a partir de los autores
cristianos de los siglos III y IV, como Orígenes y San Juan Crisóstomo. Eran
tiempos en que la época de la Grecia clásica se veía como un acérrimo paganismo
al que había que ridiculizar. De esta manera los escritores inventaron algo que
a través de los siglos tuvo siempre mucho éxito. Lo describían así:
El trípode de la
Pitonisa o Pitia se hallaba sobre una grieta muy profunda de la roca. Por esa
grieta emanaban unos gases tóxicos que hacían que la mujer entrara rápidamente
en un estado de embriaguez y desesperación con grandes tiritonas, es decir
entraba en trance, desgreñada, y arrojando espuma por la boca. Además masticaba
hojas de laurel, lo que ayudaba a alcanzar ese estado psicosomático.
Lo cierto es que
no se ha encontrado hasta el momento ninguna descripción sobre el momento del
oráculo en los escritores griegos o latinos. Ningún autor pagano ha descrito
nunca una escena de consulta, ni siquiera Plutarco en su obra Diálogos píticos.
Por otra parte los estudios recientes arqueológicos y geológicos hechos en la
zona del templo de Apolo aseguran que en la roca no existe la fisura profunda
de que se habla en la leyenda.
Oráculos de Creso. Tradicionalmente se
conocen dos oráculos dados al rey Creso: Creso (560-546 a. C.) fue el último
rey de Lidia. Se cuenta (en Heródoto: Historia I, 53 y en Cicerón: Sobre la
adivinación II, 115, 11) de él que en una ocasión envió una consulta al oráculo
pues se estaba preparando para invadir el territorio persa y quería saber si el
momento era propicio.
El oráculo fue
así: "Creso, si cruzas el río Halys (que hace frontera entre Lidia y
Persia), destruirás un gran imperio". La respuesta se interpretó como
favorable y dando por hecho que el gran imperio era el de los persas. Pero el
“gran imperio” que se destruyó en aquel encuentro fue el suyo, y Lidia pasó a
poder de los persas. Esto es un ejemplo de la ambigüedad en las respuestas.
Muchas de ellas fueron recogidas por autores clásicos. En realidad el oráculo
no trataba de adivinar los hechos sino de dar buenos consejos, cosa que no era
demasiado difícil pues en el santuario se disponía de la última noticia y de
los últimos acontecimientos del mundo conocido. También según Jenofonte y
algunas colecciones griegas de versos gnómicos, ante una consulta del mismo rey
se le respondió la famosa frase: ε
Sibila. Según algunas tradiciones, la
primera pitia o pitonisa que actuó en el oráculo de Delfos se llamaba Sibila, y
su nombre se generalizó y se siguió utilizando como nominativo de esta
profesión. Ni Homero (siglo IX al VIII a. C.) ni Hesíodo (siglo VIII a. C.)
hablan de las sibilas; su nombre aparece por primera vez en el siglo VI a. C. y
es el filósofo Heráclito de Éfeso (544 – 484 a. C.) el primer informador de
estos personajes. Se pensaba que las sibilas eran oriundas de Asia y que en
cierto modo sustituyeron a las antiguas pitias.
EN LA PREHISTORIA
En la meseta del
monte Parnaso, a 1.400 m sobre el nivel del mar y a dos horas y media del lugar
sagrado conocido como Delfos se encuentra una gruta nombrada como la
"caverna corcirea". Este lugar fue muy frecuentado por el hombre
desde los tiempos remotos del Neolítico, dando testimonio de ello las vasijas
pintadas, ídolos de pie con los brazos levantados, o bien sentados en trípodes
y figuras de terracota que han sacado a la luz las excavaciones. Todas estas
figuran vienen a demostrar que por aquellos años remotos ya comenzaba a
desarrollarse un culto a las divinidades. En esta época el emplazamiento de lo
que sería Delfos estaba deshabitado.
EL RECINTO DEL SANTUARIO O TÉMENOS
La descripción
bastante exacta de cómo fue el recinto sagrado se conoce gracias a las
informaciones de Pausanias en el siglo II a. C. y a la confirmación de esos
escritos hecha por las excavaciones arqueológicas. "Si eres humano,
procura pensar en cosas humanas". Esta máxima se basa en la idea que para
conseguir la felicidad y la autoestima hay que conocer los propios límites y
aceptarlos.
Una cerca
sagrada llamada períbola rodeaba todo el enclave del santuario. En la esquina
sur oriental del recinto comenzaba la vía sacra que iba subiendo montaña
arriba, serpenteando y pasando por delante de las pequeñas edificaciones
llamadas tesoros, pasando también por delante del estadio y de diversos
monumentos, hasta llegar al templo del oráculo, templo de Apolo. El peregrino
accedía por la puerta principal de esta vía sagrada.
Por detrás del
santuario existe una gran cuesta que va descendiendo hasta un barranco. En el
valle pueden verse los cientos de olivos plantados cuya extensión llega hasta
el golfo de Corinto. Se dice que es el mayor olivar del mundo. Los llamados
tesoros (θεσαυρυς) eran pequeñas capillas donde se guardaban los exvotos y las
donaciones que frecuentemente eran muy ricas y valiosas, verdaderas joyas. Se
sabe que existían todas estas capillas:
- Tesoro de Siracusa.
- Tesoro de Cirenea.
- Tesoro de Cnido.
- Tesoro de Sifnos.
- Tesoro de Sición (muy importante).
- Tesoro de Tebas.
- Tesoro de Corinto.
- Tesoro de los etruscos.
- Tesoro de los atenienses (que es el único restaurado).
En la terraza
que se extendía delante del templo de Apolo estaba situado el altar de lo
sacrificios. Se construyó además un teatro (en el siglo IV) y un estadio con
capacidad para 7.000 plazas, para los juegos píticos (este último en el 582 a.
C.). También había un hipódromo, que aún está sin localizar. Al aire libre y
salpicadas por todo el recinto se encontraban las estatuas de mármol o de
bronce, regalos de reyes o de ciudades, en agradecimiento a los servicios
prestados por el oráculo.
Las divinidades. Apolo Pitio era el
dios principal del santuario. Pero en los meses de invierno tomaba protagonismo
el dios Dioniso porque Apolo se marchaba al paraíso septentrional. Por esta
razón se hizo una ornamentación distinta en los tímpanos del gran templo. En el
tímpano del este se esculpió la tríada apolínea (Apolo, Artemisa, y Leto) y en
el del oeste el tiaso, que era la reunión de fieles que celebraban el culto a
Dioniso.
El santuario de
Atenea Pronaia se encontraba en la terraza de Marmaria, hacia la parte de
abajo. Pronaia significa "la que está antes del templo". En esta
terraza había dos templos dóricos, uno en honor a Atenea y otro para Artemisa
(Diana); estaba también el tesoro eólico (llamado tesoro de Massalia, actual
Marsella) y el tesoro dórico. Allí se encontraba junto con estos edificios el
tholos o rotonda de columnas del siglo IV a. C., cuyas ruinas quedan aún en
pie. Durante el siglo V d.C. se estableció el culto a Asclepio.
El ónfalos. El ónfalos es el ombligo
del mundo. La leyenda cuenta que el dios Zeus mandó volar a dos águilas desde
dos puntos opuestos del Universo. Las águilas llegaron a encontrarse aquí, en
Delfos, donde una piedra cónica llamada ónfalos señala el lugar. La piedra, en
forma de medio huevo, fue encontrada durante las excavaciones cerca del templo
de Apolo.
Estas piedras
representando el ombligo del mundo eran un símbolo del centro, del lugar donde
empezaría la creación del mundo. Al colocarlas en un determinado espacio, lo
sacralizaba y lo convertía en el centro religioso.
En el caso del
ónfalos de Delfos, así fue y este santuario se convirtió en el ombligo o centro
religioso de toda Grecia. En algunas monedas encontradas en el recinto se puede
ver la imagen del ónfalos, esquematizada y representada por un punto en el centro
de un círculo. La piedra encontrada se halla expuesta en el museo de Delfos.
HISTORIA DEL SANTUARIO
Por la
arqueología y los escritos antiguos se sabe que en el siglo VIII a. C. hubo en
este lugar de Delfos edificios sagrados. Pausanias, el historiador griego del
siglo II a. C., recoge la tradición y entre otras cosas cuenta que los tres
primeros templos fueron construidos, uno con laurel, otro con cera de abeja
mezclada con plumas y el tercero con bronce.
La arqueología
demuestra que en esta época ya era famoso el nombre de Apolo no sólo en el
lugar sino en tierras lejanas. Los exvotos sacados a la luz en las excavaciones
son muy significativos: Renombre de Apolo Pitio que era famoso en lugares
remotos, caballos de Tesalia, trípodes del Peloponeso, soportes de recipientes
de Creta, etc.
Pasado el tiempo
fueron aumentando las ofrendas, sobre todo los exvotos de bronce. Se han
encontrado escudos cretenses, cascos corintios, calderos con cabezas de grifos
llegadas desde Samos y el Peloponeso y estatuillas diversas.
Apogeo. A finales del siglo VII a. C.
ya se construyen templos especiales para Apolo y Atenea; son de piedra, con
columnas dóricas. Sus restos, pasado el tiempo, fueron utilizados para la
construcción de nuevos templos. A comienzos del siglo VI a. C. tuvieron lugar
dos acontecimientos que influyeron bastante en la evolución del santuario de
Delfos. Uno fue la instalación en Delfos de la anfictionía y el otro, la
reorganización de los Juegos Píticos.
La anfictionía
se trataba de una liga religiosa que agrupaba 12 pueblos (no ciudades), casi
todos de la Grecia central. Tenía sus reuniones en el santuario de Deméter en
Antela, cerca de las Termópilas. Como el oráculo de Delfos tenía ya un renombre
mayor que el de Deméter, trasladaron allí la sede de esta confederación, sin
por ello abandonar el otro santuario. Esta decisión dio lugar a las llamadas
guerras sagradas que fueron tres.
Los Juegos
Píticos tenían lugar al principio cada 8 años. Después lo acortaron a 4 y se
alternaban con los Juegos Olímpicos. Consistía en pruebas atléticas, hípicas y
concursos líricos. En Delfos se construyó en esta época un teatro y un
hipódromo para la celebración de estos juegos que se consideraban muy
importantes.
Hubo un gran
enriquecimiento tras la primera guerra sagrada en la que algunas ciudades
griegas compitieron por obtener el control y la autoridad del santuario, con lo
cual conseguían un reconocimiento de supremacía y prestigio sobre las otras
ciudades y sobre algunos reinos extranjeros. Las aportaciones fueron tanto por
parte de los griegos como por parte de los pueblos bárbaros. Hay que destacar
el regalo que hizo Creso (560-546 a. C.) último rey de Lidia en esta ocasión:
un león de oro sobre una base de lingotes de oro más un cuenco de oro que
pesaba un cuarto de tonelada.
En la primera
mitad del siglo VI a. C. se hicieron unas 12 fundaciones de tesoros en torno al
templo de Apolo. Este viejo templo ardió en el año 548 a. C. y tras el incendio
su reconstrucción fue lenta. Hasta el año 505 a. C. no se terminó el nuevo
templo, más grande que el anterior y cuya construcción se llevó a cabo gracias
a una familia llamada Alcmeónidas, de Atenas. Según cuenta Heródoto, esta
familia gestionó la aportación de dinero en todo el mundo griego.
Las aportaciones
de exdevotos y ofrendas, más las construcciones de tesoros durante esta época
fueron cuantiosas:
Tesoro de Sifnos, en el 525 a. C., con
cariátides tan colosales como las de Gnido. Decoración y obras maestras de la
edad arcaica con relieves que representan la Gigantomaquia. Sifnos es una de
las islas griegas que se encuentran alrededor de la isla de Delos, que fue en
la Antigüedad una isla sagrada. Se dice que esta isla tenía minas de oro y que
quedaron bajo el mar después de un cataclismo.
Tesoro de Atenas o de los atenienses, ofrecido
a raíz de la batalla de Maratón; llegó a ser el más importante. Atenas ofreció
después un pórtico para conmemorar el triunfo sobre los persas en el cabo de
Micala y en el año 468 a. C. ofreció una palmera con dátiles de oro tras la
victoria que obtuvo el jefe militar Cimón, hijo de Milcíades contra los persas
en la desembocadura del río Eurimedonte. En este tesoro puede verse la
epigrafía sobre el texto que se refiere a la Pitaida, que era una procesión que
los atenienses enviaban a Delfos para conmemorar un hecho ocurrido en un lugar
del monte Parnaso. Cuentan que en dicho lugar cayó un rayo como señal divina.
Toda la historia está escrita en la piedra como un himno a Apolo, con
anotaciones musicales entre las líneas.
En el 480, el
tirano de Gela y Siracusa llamado Gelón derrotó a los cartagineses en la ciudad
de Himera en Sicilia. En agradecimiento donó al oráculo un trípode con una Niké
(una victoria) de oro.
Polizalos (o Polyzelos) el príncipe
siciliano venció un año en los Juegos Píticos. Tras esta victoria ofreció al
santuario de Delfos una cuadriga que debió ser imponente, de la cual se
conserva el famoso auriga que fue encontrado en 1896. Durante la época del
helenismo, difundida por los sucesores de Alejandro Magno se construyó un
teatro nuevo y un estadio nuevo.
Catástrofes en el siglo IV a. C. En el
373 a. C. hubo un terremoto que destruyó el templo edificado por los
Alcmeónidas.
Del 356 a. C. al
346 a. C. fue la tercera guerra sagrada y la consecuencia fue destrucción y
daños irreparables. Los focios lucharon contra los tesalios, beocios y Filipo
II de Macedonia, con la intención de obtener la supremacía sobre el oráculo de
Delfos. La guerra les costó tanto que se apoderaron de los mejores tesoros del
santuario. Fundieron el oro y la plata y con ese resultado pudieron pagar a sus
soldados. Pero poco después Filipo se hizo con la autoridad total del lugar
sagrado y obligó a los focios a ir restituyendo en donaciones todo lo robado.
En el 339 a. C.
ocurrió la cuarta guerra sagrada, cuando el pueblo de los locrios se enfrentó
contra Atenas y el político Esquines seguidor de Filipo se enfrentó también
contra la ciudad de Anfisa (o Ámfissa). Estos hechos dieron lugar a la batalla
de Queronea, en el 338, en la que fueron derrotados atenienses y tebanos. Los
macedonios tuvieron desde entonces la hegemonía de Grecia. Durante la época del
helenismo, difundida por los sucesores de Alejandro Magno se construyó un
teatro nuevo y un estadio nuevo.
Siglo III y II a. C. Los etolios
(señores de Delfos) regalaron numerosas ofrendas en forma de columnas y
estatuas. Pero los donantes más generosos de esta época fueron los reyes de
Pérgamo que en varias ocasiones ofrecieron dinero y mano de obra para el
mantenimiento del santuario. El rey de Pérgamo Átalo I regaló un conjunto
monumental para celebrar su victoria sobre los gálatas. La donación fue de tal
calidad que los etolios de Delfos junto con los componentes de la anfictionía
mandaron erigir unas estatuas de Átalo I y de Eumenes II sobre unos pilares y
las colocaron junto a la fachada del templo. También Perseo de Macedonia regaló
una estatua con su efigie, pero más tarde su vencedor el general romano Pablo
Emilio la mandó quitar para sustituirla por una que le representaba a él.
Son de esta
época la epigrafía que cubría los muros de los edificios y del muro poligonal.
En ella puede leerse los textos sobre los derechos honoríficos y sobre la
liberación de esclavos. Apolo era quien garantizaba dicha liberación, después
de habérsele pagado la suma correspondiente. También es de esta época la
epigrafía del tesoro de los atenienses.
Decadencia. Comenzó el declive en el
siglo I a. C. y continuó hasta el siglo III durante este período el oráculo,
respetado aún, fue perdiendo prestigio y visitantes. En el siglo I a. C. fue
cuando se hizo la talla de una fuente rupestre en la pared de la garganta
Castalia, allá donde desde antiguo se encontraba el manantial sagrado.
Los fondos para
el mantenimiento del santuario, de sus monumentos y de sus tesoros van
menguando a grandes pasos; la hierba crece entre los edificios, de manera
salvaje, la madera se pudre y la suciedad empieza a notarse. Hubo además un
incendio en el templo de Apolo que el emperador Domiciano (51-96) hizo reparar.
El escritor griego Plutarco (c. 46-125), que además fue administrador de la
anfictionía en los últimos años de su vida, escribió por entonces sus Diálogos
píticos y en este libro comenta la impresión de abandono que le daba el
santuario de Delfos.
A pesar de todo,
la anfictionía continúa reuniéndose, organiza los Juegos Píticos, levanta
algunas estatuas a los cónsules y emperadores romanos y el oráculo sigue siendo
consultado. Pero las peticiones son ya de otro estilo: ya no se le pide consejo
sobre posibles enfrentamientos, reinados, gobernantes, etc., las consultas del
momento son consejos sobre viajes, matrimonios y otros asuntos domésticos. El
oráculo ha dejado de influir en la política y el devenir de los pueblos. Su
último momento de algo de esplendor se da bajo el gobierno de los Antoninos, en
el siglo II de nuestra era. Los emperadores siguieron manteniendo una regular
correspondencia con el oráculo. Esta correspondencia ha llegado hasta nuestros
días grabada sobre los contrafuertes del templo de Apolo.
El emperador
romano Adriano (c. 46-125) también visitó Delfos. Allí hizo levantar una
estatua (que ha sido hallada en las excavaciones) en homenaje a su favorito
Antínoo, que había muerto ahogado misteriosamente en el río Nilo. Herodes Ático
(101-177), político y orador griego, sofista y protector de las letras, además
de poseer una gran riqueza, donó parte de ésta a Delfos para reconstruir las
gradas del estadio. También mandó erigir estatuas de su familia.
Pero ya por el
siglo II, el santuario recibía visitantes que eran más curiosos que fieles. Los
viajeros llegaban allí para curiosear y no para utilizar el recinto como lugar
sagrado. |Pausanias fue uno de estos visitantes que llegó en calidad de hombre
culto y amante de las antigüedades y luego contó sus impresiones como
historiador. Para las gentes del siglo II el apogeo y utilización del santuario
como lugar sagrado estaba tan lejano como puede estar para los habitantes del
siglo XXI los acontecimientos del Renacimiento.
Ya en el año 87
a. C., Sila se había apropiado de muchas riquezas sagradas y de las ofrendas
hechas en metales preciosos, lo mismo que el emperador Nerón en el siglo I. En
el siglo III el emperador romano Constantino I el Grande se llevó a
Constantinopla (actual Estambul) una de las pocas piezas que aun quedaban: la
columna serpentina que se levantaba exenta y que nadie consideraba de valor
después de que los focenses se llevaron 700 años antes su trípode de oro.
Todavía se conserva.
En el siglo III
los hérulos, godos y bastarnos recorrieron en intensas campañas toda la Grecia
Central, Ática y el Peloponeso, arrasando y saqueando. En Delfos destruyeron
algunas de las estatuas que pudieran quedar en pie y el resto se vino abajo
después del edicto de Teodosio el Grande, emperador romano (c. 346-395), con el
que se pretendía acabar con todos los "ídolos del paganismo",
clausurando así el oráculo de Delfos, que cesó su actividad el año 390. La
desolación fue total al cabo de los años y de los centenares de estatuas que
antaño poblaron el recinto, no quedó ni una en pie.
Fin del culto. El recinto de Delfos
nunca llegó a estar deshabitado. Después de que se hubo olvidado por completo
la razón de su existencia, sus ruinas se fueron recubriendo y se fue edificando
toda una pequeña ciudad.
Durante el siglo
V de nuestra era el lugar de Delfos fue la sede de un arzobispado y para ello
se construyeron algunas iglesias utilizando como material el mármol de los
monumentos anteriores; se construyó una basílica, importantes edificios de
ladrillo y mampostería, establecimientos de baños, etc. Todo eso se rodeó de un
muro que protegiera las invasiones eslavas. La ciudad fue creciendo a lo largo
de los siglos y hasta tal punto fue olvidado y enterrado todo lo demás que en
el siglo XVIII los eruditos se plantearon la duda del lugar exacto en que
habría estado el célebre santuario de Apolo. Por los textos antiguos se tenía
una idea, pero era casi imposible dar con ningún vestigio. Hasta que gracias a
un hallazgo fortuito empezaron los estudios sistemáticos y las excavaciones.
LAS EXCAVACIONES
En 1676 Jacques
Spon (francés) y George Wheler (inglés) llegaron al emplazamiento del
santuario, convertido en un poblado llamado en ese momento Castri. En su visita
por el lugar se fijaron en unas inscripciones en la iglesia de un monasterio
que había sido construido justamente sobre los muros del antiguo gimnasio. En
estas inscripciones leyeron la palabra Delphi. Lo mismo les ocurrió en algunas
casas del poblado. En estos años no pasó de ser una noticia para los
historiadores; no hubo excavaciones.
Pasados dos
siglos, en 1840, un arqueólogo alemán llamado Karl Otfried Müller trabajó en
esta zona y descubrió entre las casas del poblado una parte del gran muro
poligonal del recinto del santuario. El descubrimiento fue una llamada a seguir
trabajando. Llegaron más arqueólogos franceses y alemanes, que fueron poco a
poco descubriendo indicios y vestigios de la joya arqueológica que se escondía
en aquel lugar. Pero la tarea era muy difícil pues la presencia del poblado
impedía hacer excavaciones en serio. Empezaron entonces los tratos y los
proyectos para trasladar a otro sitio todo el poblamiento de Castri, hasta que
en 1881 hubo una convención entre el gobierno griego y el gobierno francés (muy
interesado en las excavaciones) para expropiar, trasladar y reconstruir el
nuevo emplazamiento, que es la ciudad actual llamada Delfí (Delfos).
Comenzó una gran
actividad arqueológica dirigida por el jefe de la Escuela Francesa de
Arqueología de Atenas, Théophile Homolle. Fueron apareciendo piezas, restos de
estatuas criselefantinas (es decir, estatuas que tenían la cara, las manos y
los pies de marfil y el cabello de oro), piedras de edificios, columnas rotas,
etc. Después vinieron las restauraciones llevadas a cabo por la Escuela
francesa de Arqueología más una subvención del Ayuntamiento de Atenas y
aportaciones particulares de ciudadanos griegos. De esta forma vieron la
restauración:
- El tesoro de los atenienses que fue reconstruido pieza a pieza.
- El templo de Apolo, del que apenas se conservan algunas columnas.
- El estadio, que es el mejor conservado de la Antigüedad.
- El Tholos o santuario de Atenea.
- La fuente Castalia.
- El ágora romana.
- El altar de Quíos.
- Varias columnas.
Muchas de las
piezas fueron llevadas al museo de Delfos que en la actualidad es uno de los
más ricos de Grecia en el tema de la Antigüedad, entre otras el famoso auriga
de bronce de tamaño natural ofrendado por Polyzelos, la Esfinge de Naxos, los
mellizos de Argos y una copia romana del ónfalos que era la piedra en forma de
huevo que señalaba el centro u "ombligo de mundo" en Delfos y que fue
encontrado durante las excavaciones hechas al templo de Apolo.