La expresión pueblos galos
designa a los pueblos protohistóricos de celtas que residían en la Galia,
aproximadamente en los territorios de las actuales Francia, Bélgica, Suiza e
Italia del norte, probablemente a partir de la primera Edad de Bronce. Los
galos estaban divididos en muchos pueblos o tribus que se comprendían entre
ellos, que pensaban descendían todos de una misma cepa y que conocían su
genealogía. A estos vínculos de afiliación, reales o míticos, que les creaba
obligaciones de solidaridad, se añadían además alianzas que suscribían algunos
para ser considerados en la clientela de otros para formar federaciones como
las de los arvernos y heduos.
Cada una de estos pueblos se
dividió en "civitas" identificadas por un jefe del lugar y un
territorio llamado en latín “pagus”, que a su vez se subdividía en “vicus”, más
o menos equivalente a los cantones actuales. Las civilizaciones galas se
asocian en arqueología a la civilización celta de La Tène (nombre de un
yacimiento descubierto en el borde del lago de Neuchâtel, Suiza). La
civilización de la Tène floreció en el continente en la segunda Edad de Hierro,
y desapareció en Irlanda durante la Alta Edad Media.
SOBRE SUS ORÍGENES
Los galos son los primeros celtas
que poblaron la Europa central, después de que hubieran comenzado a emigrar
hacia 1500 a. C. al norte-oeste Esto explica el porqué de que en otras zonas de
Europa se utilicen palabras directamente relacionadas con los celtas o pueblos
galos, por poner un ejemplo la Galicia Ucraniana, y tiene alguna relación con
los vikingos que supuestamente fundaron la ciudad de Kiev navegando por ríos,
de igual forma que la mayor parte de los asentamientos celtas, son con acceso
por navegación. Existe relación celta con los vikingos, teniendo en cuenta que
en la protohistoria todos estos pueblos indoeuropeos estaban emparentados,
teniendo como posible origen, los celtas, la Galacia turca hacia el norte por
Ucrania y Grecia, llegando desde Ucrania a Polonia y los países bálticos a
Escandinavia, y desde Grecia hasta Irlanda y Portugal.
Basta recordar la familia de
lenguas uraloaltaicas: finohungúricos también llamadas lenguas ugrofinesas
(finlandés y húngaro), estonio, carelio, turco y mansi para suponer que los
indicios no son desdeñables, para constituir una parte importante de la población
de diferentes regiones de la Galia. Los celtas, que habitualmente no utilizaban
la escritura, aparecen, por tanto, en el período conocido como protohistoria,
en la Edad del Bronce y la Edad de Hierro.
Los inicios de la época gala son
difíciles de fechar y varían entre regiones. Como demostró Henri Hubert, el
proceso habría durado varios siglos durante los cuales varios pueblos habrían
coexistido. No habrían llegado de repente por una especie de guerra de invasión
general, ni en masa por la migración de una multitud de individuos aislados,
sino por la llegada de grupos organizados en tribus poco numerosas, que se
establecieron en medio de otros pueblos que les acogieron con hospitalidad,
derechos definidos por tratados y un territorio.
Es comúnmente admitido que la
civilización céltica floreció en la Galia en el periodo de La Tène, es decir,
en la segunda Edad de Hierro, a partir del siglo V a.C. La ciudad de Marsella,
colonia de la ciudad griega de Focea fue fundada en torno a 600 a. C. en el territorio
de los segobriges.
CLIENTELISMO
Los galos, al igual que otras
muchas civilizaciones antiguas, establecían entre ellos formas de
funcionamiento sobre el principio de la clientela (clientelismo. Este lazo
social muy fuerte apareció en la época aristocrática (siglos III y II a. C.) y
perduró hasta la conquista, cuando los notables locales (los “vergobretos”)
fueron sustituidos por los nobles. Los clientes servían a los patrones,
probablemente en un origen para pagar antiguas deudas, reparar algunas faltas,
o por otras razones de carácter social y este vínculo se transmitía
hereditariamente.
El hombre o el pueblo cliente era
libre (el clientelismo antiguo o patrocinio es diferente de la esclavitud),
pero tenía que prestar servicios o pagar tributos. Un patrón podía tener varios
clientes y también podía, finalmente, romper el vínculo que pesaba sobre su
clientela o bien transmitirla a otro. Los gens, linajes o familias enteras,
podían también ser clientes de una persona o de una familia y después de otra.