Mochuelo de Minerva, símbolo de la Orden. |
La Orden de los Iluminados
(Illuminati) es el nombre dado a varios grupos, tanto reales como ficticios.
Históricamente, el nombre se refiere a la organización Illuminati de Baviera,
una sociedad secreta de la época de la Ilustración, fundada el 1 de mayo de
1776, la cual manifestaba oponerse a la superstición, los prejuicios, la
influencia religiosa sobre la vida pública, los abusos de poder del Estado y
apoyaba la educación de la mujer y la igualdad entre los sexos. Tal
organización de los Illuminati se prohibió, junto con otras sociedades
secretas, por el gobierno de Baviera, con el apoyo de la Iglesia católica, y la
misma se disolvió definitivamente en 1785.
En los años siguientes, el grupo
fue vilipendiado por críticos conservadores y religiosos, que afirmaban que los
miembros de los Illuminati de Baviera se habían reagrupado y eran responsables
de la Revolución Francesa.
En su uso posterior,
"Illuminati" se refiere a las diversas organizaciones que reclaman o
presuntamente tienen vínculos con los Illuminati bávaros originales o con
sociedades secretas similares, y con frecuencia son acusados de conspirar para
controlar los asuntos mundiales, planear eventos y ser agentes de siembra en
diversos gobiernos y empresas, con el fin de establecer un Nuevo Orden Mundial
y/o buscar el aumento de su poder político.
Figura central de algunas de las
más conocidas y elaboradas teorías de la conspiración, así como de varias obras
de ficción, los Illuminati se han representado como un grupo político,
económico, esotérico al acecho y en las sombras, que constantemente tira de las
cuerdas y palancas del poder. Esta descripción puede encontrarse en decenas de
novelas, películas, programas de televisión, cómics, videojuegos y videos
musicales.
LOS ILUMINADOS DE BAVIERA
El profesor de derecho
eclesiástico y filosofía práctica de la universidad de Ingolstadt, Baviera,
Adam Weishaupt (1748-1830), fundó el 1 de mayo de 1776, con dos alumnos suyos,
la “Asociación de los Perfectibilistas”. Como símbolo de la organización eligió
el mochuelo de Atenea, la diosa griega de la sabiduría. De trasfondo se
encontraba el clima intelectual universitario, prácticamente dominado por los
jesuitas, orden disuelta tres años antes.
La orden tomó un primer impulso
en 1778, cuando un antiguo alumno suyo y presidente del Palatinado Renano la reorganizó.
Weishaupt propuso como nuevo nombre Bienenorden, la “Orden de las abejas”,
porque se imaginaba que los afiliados deberían recopilar el néctar de la
sabiduría dirigidos por una abeja reina, pero al final se prefirió “Unión de
los Iluminados” y después, “Orden de los Iluminados”. De la asociación de
sapiencia se crearía ahora una orden secreta, que no podía negar la huella de
su modelo organizativo, la Compañía de Jesús.
La siguiente reorganización
sucedió en 1780 tras la adhesión del aristócrata bajo sajón Adolph von Knigge.
Tal como el propio Weishaupt confesó, no existía “en absoluto, sólo en su
cabeza”. Y en 1782 Knigge le proporcionó a la orden una estructura
paramasónica, con Weishaupt y Knigge, entre otros, como directores sobre el
llamado “Areópago”. Con esta nueva distribución, que se detallará más adelante,
consiguieron los Iluminados reclutar a muchos masones e infiltrarse en logias
enteras.
El número de miembros aumentó
rápidamente, sin embargo este éxito suponía a la vez el comienzo del final:
Knigge amenazó epistolarmente con delatar sus secretos a los jesuitas y a los
rosacrucianos, reforzando la desconfianza y preocupaciones de Weishaupt.
Como resultado se agudizaron las
discrepancias entre Weishaupt y Knigge hasta el punto de que la orden amenazaba
con disolverse. En febrero de 1784, para eso se convocó en Weimar un tribunal
arbitral llamado “congreso”. Para sorpresa de Knigge, el juicio del congreso en
el que participaron, entre otros, Johann von Goethe, Johann Gottfried Herder y
Herzog Ernst von Sachsen-Gotha, fue que debía construirse un nuevo Areópago.
Este parecía ser un compromiso
tolerable. Pero como era previsible que el fundador de la orden siguiera siendo
influyente aún sin presidencia formal en el Areópago, ello significaba una
clara derrota para Knigge. Se acordó entonces el silencio y el retorno de todos
los papeles, y el primero de julio abandonó Knigge la orden. Y en el tiempo
siguiente se apartó de los “estragos de la moda” de querer arreglar el mundo
mediante sociedades secretas. Por su parte Weishaupt le entregó la dirección de
la orden a Johann Martín, conde de Stolberg-Roßla.
A consecuencia de las
prohibiciones de 1784-1785 se produjeron las persecuciones de miembros. Se
llegó a registros domiciliarios y confiscaciones, algunos consejeros y
oficiales perdieron el puesto, algunos miembros fueron desterrados, pero nadie
resultó encarcelado. En abril de 1785 el conde Stolberg-Roßla declaró la orden
oficialmente suspendida. El 16 de agosto de 1787 se promulgó un tercer y más
estricto edicto de prohibición, so pena de muerte, del reclutamiento de
miembros para masones e iluminados. Continuaban entonces en los círculos
autoritarios, rumores de una supervivencia de los Iluminados.
Estas promulgaciones desataron
una primera histeria anti-iluminista, especialmente se sospechaba de las
agitaciones de las asociaciones secretas ilustradas radicales. Una segunda ola,
claramente más enérgica, sucedió durante la Revolución Francesa, pues el miedo
a los jacobinos se fundió con el anterior a los Iluminados. En este estado
anímico, el ministro de Estado bávaro Maximilian von Montgelas, quien a su vez
había sido iluminado, hizo prohibir todas las organizaciones secretas al llegar
al poder en 1799, y otra vez en 1804.