martes, 20 de febrero de 2018

GNOMOS


Según las antiguas mitologías de Europa del Norte, Patagonia y ciertas doctrinas cabalísticas, los gnomos son cada uno de los enanos fantásticos o elementales de la Tierra, en cuyas entrañas moran trabajando en las minas, custodiando los tesoros subterráneos y cuidando de los metales y piedras preciosas. Su etimología no está clara, procediendo para algunos de una mala traducción del latín medieval gnomus y del verbo griego que significa «conocer». Para otros, sin embargo, derivaría del griego genomós, que quiere decir «terrestre».

El vocablo gnomo fue utilizado por el alquimista suizo Paracelso en su Liber de nymphis, sylphis, pygmaeis et salamdris, et de caeteribues spiritibus (1566), donde expone la teoría de la existencia de cuatro seres espirituales: los silfos del aire, las salamandras del fuego, las ninfas del agua y los pigmeos de la tierra. Como escribía en latín, también denominaba a los pigmeos «gnomi», cuyo singular es «gnomus». Los «gnomo» de Paracelso podían desplazarse libremente por la tierra como los peces por el agua o los pájaros por el aire. Sin embargo, se desconoce si él mismo creó la palabra gnomo o sencillamente la tomó de los escritos de un autor anterior.

Los gnomos forman un pueblo sobrenatural de seres muy pequeños e invisibles, dotados de singular astucia, que nació de la fantasía de los visionarios hebreos llamados cabalistas. Poseían la presciencia, conocían los secretos de la Tierra y eran el alma de ésta. Los autores de dicha doctrina aseguraban que el aire, la tierra, el agua y el fuego se agitaban merced a los seres invisibles que animaban estos elementos. Según los cabalistas, Dios asignó el imperio del fuego a la salamandra, el del aire a los silfos, el del agua a las ondinas y el de la tierra, no en la superficie sino en el interior, a los gnomos. Estos moraban en las figuras metálicas del globo, en el interior de las grutas, llenas de estalactitas de maravilloso efecto. Eran los guardianes de las minas de oro y plata.

Fotografía del Gnomo de Salta, Argentina.
Los gnomos, aunque no pertenecen propiamente a la mitología sino a la superstición, recuerdan a los telquines y a los cabiros, genios que representan el trabajo en los metales adorados por los griegos en localidades de naturaleza volcánica. Sin embargo, los mitólogos nada han dicho hasta ahora que sepamos de que pudiese haber relación entre esos personajes míticos de Grecia y los gnomos.

Estos se repartieron con la filosofía pitagórica cabalística por todo el globo y aunque sufrieron varias modificaciones, según se fueron acomodando a las distintas culturas de los pueblos, siempre conservaron el carácter de dueños del imperio de la tierra y de guardianes de sus minas. La estatura de estos pequeños genios iba en progresión descendente hasta la más diminuta. Son unos seres fantásticos que aparecen en cuentos, dibujos animados, etc. Suelen estar representados en cerámica en los jardines de algunas casas, predominando así en los Estados Unidos de Ámerica. Es tradicional que los gnomos hagan acto de presencia en los cuentos populares.

Un ejemplo es el cuento Riquete, el del copete, en el que una princesa encuentra en el bosque al rey de los gnomos: Riquete; al regresar al mismo sitio oyó bajo sus pies ruido de preparativos, la tierra se abrió y pudo contemplar a los gnomos que preparaban el banquete con su poco agraciado rey. También se atribuía a los gnomos una gran afición a las ciencias mágicas y a la adivinación, así como lo refleja el cuento de Rumpelstiltskin, en el que un gnomo propone una adivinanza: averiguar su nombre.