Pablo de Tarso, originalmente
Saulo de Tarso o Saulo Pablo, también llamado san Pablo, nacido en el año 10 d.
C.,3 en Tarso de Cilicia y muerto como mártir en el año 67d.C, es conocido como
el Apóstol de los gentiles, el Apóstol de las naciones, o simplemente el Apóstol,
y constituye una de las personalidades señeras del cristianismo primitivo. De
sus epístolas auténticas surge que Pablo de Tarso reunió en su personalidad sus
raíces judías, la gran influencia que sobre él tuvo la cultura helénica y su
reconocida interacción con el Imperio romano cuya ciudadanía, en el decir del
libro de los Hechos de los Apóstoles ejerció.
Su conocimiento de la cultura
helénica, hablaba fluidamente tanto el griego como el arameo, le permitió predicar el Evangelio con
ejemplos y comparaciones comunes de esta cultura por lo que su mensaje cosechó
un pronto éxito en territorio griego. Pero esta característica también
dificultó por momentos la exacta comprensión de sus palabras, ya que Pablo
recurrió en ocasiones a nociones helenísticas alejadas del judaísmo mientras
que otras veces habló como un judío estricto y observante de la Ley (1Corintios
9:19-21).
Por otra parte, es claro que sus
epístolas fueron escritos de ocasión, respuestas a situaciones concretas. Por
ello el análisis exegético moderno, más que esperar de cada una de ellas una
formulación sistemática del pensamiento del Apóstol, examina las dificultades y
particularidades que él presenta, analiza su evolución y debate sobre su
integridad.
Sin haber pertenecido al círculo
inicial de los Doce Apóstoles, y recorriendo caminos jalonados de
incomprensiones y adversidades (2Corintios 11:23-29), Pablo se constituyó en el
motor de construcción y expansión del cristianismo en el Imperio romano, merced
a su talento, a su convicción y a su carácter indiscutiblemente misionero. Su pensamiento conformó el llamado
cristianismo paulino, una de las cuatro corrientes básicas del cristianismo
primitivo que terminaron por integrar el canon bíblico.
De las llamadas epístolas
paulinas, la Epístola a los romanos, la Primera y la Segunda epístola a los
corintios, la Epístola a los gálatas, la Epístola a los filipenses, la Primera
epístola a los tesalonicenses (probablemente la más antigua) y la Epístola a
Filemón tienen en Pablo de Tarso su autor prácticamente indiscutido. Ellas son,
junto con el libro de los Hechos de los Apóstoles, las fuentes primarias
independientes cuyo exhaustivo estudio científico-literario permitió fijar
algunas fechas de su vida, establecer una cronología relativamente precisa de
su actividad, y una semblanza bastante acabada de su apasionada personalidad.
Sus escritos, de los que nos han
llegado copias tan antiguas como el papiro 46 datado de los años 175-225,
fueron aceptados unánimemente por todas las Iglesias cristianas. Su figura,
asociada con la cumbre de la mística experimental cristiana, resultó
inspiradora en artes tan diversas como la arquitectura, la escultura, la
pintura, la literatura, y la cinematografía y es para el cristianismo, ya desde
sus primeros tiempos, una fuente ineludible de doctrina y de espiritualidad.
PERSECUSIÓN A LOS SEGUIDORES DE
JESÚS Y CONVERSIÓN
Según los Hechos de los
Apóstoles, el primer contacto fidedigno con los seguidores de Jesús lo tuvo en
Jerusalén, con el grupo judeo-helenístico de Esteban y sus compañeros. Saulo
Pablo aprobó la lapidación de Esteban el protomártir, ejecución datada de la
primera mitad de la década del año 30.
En su análisis, Vidal García
limita la participación de Saulo Pablo en el martirio de Esteban al señalar que
la noticia sobre la presencia de Pablo en esa lapidación no pertenecería a la
tradición original utilizada por Hechos. Bornkamm argumenta sobre la dificultad
de suponer que Pablo haya estado siquiera presente en la lapidación de Esteban.
El capítulo 8 de los Hechos de los Apóstoles muestra en los primeros versículos
un cuadro panorámico de la primera persecución cristiana en Jerusalén, en el
que Saulo Pablo se presenta como el alma de esa persecución. Sin respetar ni a
las mujeres, llevaba a los cristianos a la cárcel.
No se habla de matanzas pero, en
un discurso posterior en el templo (Hechos 22:19-21), Pablo señaló que andaba
por las sinagogas encarcelando y azotando a los que creían en Jesús de Nazaret.
En Hechos 9:1 se indica que las intenciones y propósitos de Saulo eran
amedrentar de muerte a los fieles. Y en Hechos 22:4 se coloca en boca de Pablo
su persecución «hasta la muerte», encadenando y encarcelando a hombres y
mujeres.
Según el libro de los Hechos de
los Apóstoles, luego del martirio de Esteban, Saulo Pablo se dirigió a Damasco,
hecho que los biblistas tienden a situar en el término del año subsiguiente a
la lapidación de Esteban.
Hechos de los Apóstoles 9:1-9
Entretanto
Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor,
se presentó al Sumo Sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco,
para que si encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los
pudiera llevar atados a Jerusalén. Sucedió que, yendo de camino, cuando estaba
cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo, cayó en tierra
y oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” El
respondió: “¿Quién eres, Señor?” Y él: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer». Los
hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto; oían la voz, pero
no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y, aunque tenía los ojos
abiertos, no veía nada. Le llevaron de la mano y le hicieron entrar en Damasco.
Pasó tres días sin ver, sin comer y sin beber.
Pablo mismo presentó esta
experiencia como una “visión” (1Corintios 9:1), como una “aparición” de
Jesucristo resucitado (1Corintios 15:8) o como una “revelación” de Jesucristo y
su Evangelio (Gálatas 1:12-16; 1Corintios 2:10). Pero nunca presentó esta experiencia
como una “conversión”, porque para los judíos “convertirse” significaba
abandonar a los ídolos para creer en el Dios verdadero, y Pablo nunca había
adorado a ídolos paganos, ni había llevado una vida disoluta. Los biblistas
tienden a acotar a un marco muy preciso el significado del término «conversión»
aplicado a Pablo. En realidad, cabe que Pablo interpretara que tal experiencia
no lo hacía menos judío, sino que le permitía llegar a la esencia más profunda
de la fe judía.99 Por entonces, el cristianismo aún no existía como religión
independiente.
Además, como resultado de esa
“experiencia” vivida en el camino a Damasco, Saulo de Tarso, hasta entonces
dedicado a perseguir encarnizadamente y asolar con celo a la “Iglesia de Dios”
según sus propias palabras (Gálatas 1:13; Filipenses 3:6), transformó su
pensamiento y su comportamiento. Pablo siempre habló de su condición judía en
tiempo presente (2Corintios 11:22, Gálatas 2:15, Filipenses 3:3-6) y señaló que
él mismo debía cumplir las normas dictaminadas por las autoridades judías
(2Corintios 11:24). Probablemente nunca abandonó sus raíces judías, pero
permaneció fiel a aquella experiencia vivida, considerada uno de los
principales acontecimientos en la historia de la Iglesia.