jueves, 21 de diciembre de 2017

PATRICIOS, PADRES DE ROMA


En la antigua Roma la clase social de los patricios estaba compuesta por descendientes de las treinta curias primitivas. El nombre viene de pater (padre), en referencia a que son descendientes de los primeros padres de Roma. Es el senador por excelencia y la nobleza primigenia de Roma, llamada nobleza de sangre e ilustrii o Nobiles Patritii, y por sustrato cultural la de toda Europa. En torno al emperador y a los senadores patricios se desarrollará toda la sociedad, cultura y civilización romana que culminará en el Imperio romano. La historia de los patricios es la del Senado romano y la de la propia Roma.

Constituían una nobleza fundamental y tras los escándalos de la República romana una clase aristocrática, reducida y selecta, distinguida de entre el grueso del senado por los emperadores para formar su cámara o consejo privado, que también incluiría a los Clarisimos, como lo fuera Ulpiano, magistrado tan superior que se tenía por la segunda persona del emperador Alejandro Severo. Con el vocablo genérico “patricio” se distinguía a los considerados superiores al resto de senadores, los Spectables y a los Clarisimos, plebeyos incorporados con la república.

Gozaban de señalados privilegios y prerrogativas, Pater familias, poseían tierras y eran los preferidos a dirigir parte del ejército romano más fiel, las legiones romanas. En el primer senado, compuesto de cien senadores patricios o noventa y nueve más uno, el rey, sólo ellos participaban del gobierno, aunque sus leyes debían ser sancionadas por el pueblo.

A medida que el peso social, político y demográfico de Roma aumentaba en el Lacio, la población de la ciudad no dejaba de crecer, ni educarse, fruto de la inmigración que el nuevo polo de poder regional iba atrayendo. A este aluvión de nuevos ciudadanos se les denominó plebe, plebeyos, en contraposición a los descendientes de los antiguos moradores de la ciudad, los patricios.

Con el paso del tiempo, el peso social, demográfico y político del patriciado fue decayendo. Poco a poco se fueron viendo obligados a ceder cada vez más cuotas de poder a los plebeyos, cuyo número y poder económico y social crecía constantemente.


Las tensiones larvadas entre los dos grupos fueron creciendo con el paso del tiempo, a medida que las obligaciones de patricios y plebeyos se iban igualando. Así, en algún momento entre el 560 y el 530 a. C. la población de plebeyos superó a la de patricios. Asimismo, los plebeyos pronto conformaron la mayor parte de los rangos y clases del ejército romano, que hasta entonces había estado reservado a los patricios.

Por fin estalló la primera crisis, la secesión plebeya del Monte Sacro, situado en la confluencia de los ríos Tiber y Anio, en el 494 a. C. En ese año, siendo indispensable una leva por las necesidades de una guerra difícil contra ecuos y volscos, los hombres llamados a las armas se negaron a salir en campaña. Fue forzoso entonces para el cónsul Publio Servilio suspender temporalmente la ley en materia de procedimientos, poner en libertad a algunos encarcelados e impedir los arrestos por deudas, condiciones impuestas por los plebeyos para reincorporarse a las armas. Cumplidas estas condiciones, volvieron a las legiones y participaron en la campaña, pero el siguiente cónsul, Apio Claudio, patricio, revertió la situación, volviéndola al estado primitivo anterior a la campaña en la que los patricios tenían prioridad sobre los plebeyos.

Esto generó tal estado de revuelta entre la población plebeya que fue necesario el nombramiento de un dictador, cargo que recayó en la figura de otro patricio, Manio Valerio. Sin embargo, ya era demasiado tarde. El ejército, en su mayor parte plebeyo, abandonó sus jefes y estandartes, marchó ordenadamente y se retiró a Crustumería, entre el Tíber y el Anio. Se instaló en una colina e hizo promesa de fundar una ciudad plebeya en una de las regiones más fértiles del territorio romano.

Ante esta situación el Senado, desbordado, tuvo que ceder. Los plebeyos volvieron a la ciudad pero con unas condiciones. No solo se respetarían los acuerdos alcanzados con el cónsul Publio Servilio, sino que además los patricios perderían parte de su privilegios, entre ellos, la exclusividad en el Senado. Los primeros senadores plebeyos entraron en la cámara, marcando el principio del fin de los patricios.

Además, con el paso de los años, los matrimonios mixtos entre plebeyos y patricios fueron admitidos. También se permitió el acceso de los plebeyos a las más altas instituciones, como el consulado (estipulándose que al menos uno de los dos cónsules debía ser plebeyo). Los cónsules fueron Patricios hasta las Leyes del 367 a. C. Del 367 al 342 a. C., la cuestión fue debatida, con alternativas; del 342 al 172 a. C., hubo un cónsul patricio y uno plebeyo; desde el 172 a. C., ostentaron el cargo, bien un patricio y un plebeyo, o bien dos plebeyos y nunca dos patricios.

Pese a todo, ser patricio era el estatus más alto y ambicionado de la sociedad romana. Determinados puestos, sobre todo religiosos, estaban reservados únicamente a ellos. En una sociedad tan orgullosa y elitista como la romana ser patricio, ser romano de pura cepa, era el máximo orgullo. Los patricios fueron languideciendo poco a poco. Al conformar la élite de la sociedad romana, cada vez que tenía lugar una guerra civil o una convulsión por el cambio de un emperador, sus filas eran diezmadas durante o después del conflicto por el bando vencedor (donde, indudablemente, también había patricios).

Las "gens" (familias) más ancianas fueron desapareciendo poco a poco. Aquellas más antiguas, y que habían participado en la fundación de Roma, se desvanecieron lentamente a medida que Roma comenzaba a ser un Imperio y nuevas familias plebeyas, como los Decios, o los Sempronios iban adquiriendo posiciones de preeminencia, ocupando los espacios que las viejas familias patricias ya no eran capaces de cubrir por falta de descendientes.

Familias como los Horacios, los Lucrecios, los Verginios y los Menenios desaparecieron por completo de los registros poco después del siglo II a. C. (lo cual no quiere decir que esas familias se hubiesen extinguido). Otras, como la Gens Julia, desaparecen por largo tiempo para reaparecer a finales de la República y principios del Principado de Augusto. Hay casos en los que un mismo nombre era compartido por una familia plebeya y una patricia, aun tratándose de dos ramas totalmente distintas y que no estaban emparentadas entre sí. Así, por ejemplo, los Apio Claudio eran patricios y los Claudio Marcelo eran de origen plebeyo de Oriente.

A finales de la República y principios del Principado de Augusto tan solo las siguientes familias patricias continuaban dando cónsules con regularidad: Julios, Domicios, Pinarios, Postumios, Claudios, Valerios, Junios, Sergios, Servilios y Cornelios. En la época del emperador Constantino I el Grande, en el Bajo Imperio, tan sólo se tiene constancia de la pervivencia de la Gens Valeria.

Con el paso del tiempo, el término patricio dejó de tener el significado que se le había dado hasta entonces, para significar “aristócrata” o “poderoso”, pero sin distinción de sangre, hasta el punto de que, con el fin del Imperio Romano de Occidente, a Odoacro, rey de los hérulos y de Roma, se le dio el título de patricio, por el emperador del Imperio Romano de Oriente Zenón.