En el seno de la
muy elitista y puritana Universidad de Yale se cooptan cada año quince hijos de
muy buenas familias. Estos forman una sociedad secreta de ritos morbosos:
Calavera y Huesos. A lo largo de su vida se apoyan y ayudan entre sí ante las
veleidades democráticas de la plebe a la cual aborrecen. George W. Bush y John
Kerry son miembros desde hace 36 años. Esta asociación ha inspirado una
importante literatura conspiracionista que responsabiliza a sus miembros con
escándalo Watergate, la invasión de bahía de Cochinos y aun con el asesinato de
John F. Kennedy.
Gracias a sus
conexiones con el mundo de los negocios, sobre todo con el sector bancario,
estos antiguos «compinches» de la Universidad de Yale controlarían las finanzas
mundiales, y hasta el porvenir del planeta. Los calavera y Huesos se habrían
infiltrado en el Council on Foreign Relation, la Comisión Trilateral, la CIA,
etc. Los Calavera y Huesos son ante todo la ilustración de la manera como, en
Estados Unidos, se ha perfeccionado un sistema de reproducción de las elites
mediante una selección que, contrariamente al mito del self-made man, no tiene
nada que ver con el azar o las cualidades individuales.
En efecto, como
subraya Anthony Sutton, los miembros más activos de la organización proceden de
un «núcleo de unas 20 o 30 familias», muy interesadas en la defensa de su
legado y su linaje. Es por ello que son numerosos los matrimonios entre
representantes de las familias a las que pertenecen los miembros de Calavera
& Huesos, aunque únicamente los estudiantes varones eran admitidos, hasta
hace poco, en la organización.
YALE, UNIVERSIDAD PURITANA Y ELITISTA
Los Calavera
& Huesoss nacieron en el campus de la Universidad de Yale, lo cual, según
la notable investigación de la periodista del Atlantic Monthly, Alexandra
Robbins, no es nada de casual. A principios del siglo XVIII, el conjunto de
universidades estadounidenses, ya sean Harvard, Williams, Bowdoin, Middlebury o
incluso Amherst, fueron fundadas por Congregacionalistas. Pero estos se
enfrentaban entonces a la competencia de los Presbiterianos, lo que incitó al
presidente de Harvard, Increase Mather, a actuar.
En 1701, este
deja su puesto y crea una nueva universidad «para que el interés de la Religión
sea preservado, y que la Verdad sea transmitida a las generaciones futuras». Con
la ayuda de diez pastores, nueve de los cuales venían de Harvard, logra fundar
así la Collegiate School of Connecticut.
En 1711, Isaac
Newton, Richard Steel y Elihu Yale son contactados para que transfieran a la
nueva institución algunos libros de sus colecciones personales. Los contactos
con Yale, quien se había hecho extremadamente rico gracias a sus actividades en
el seno de la Compañía de las Indias Orientales y como gobernador de la colonia
de Madras, fueron particularmente fructíferos. Además de proveer libros, Yale
financia generosamente la universidad, que le rinde homenaje adoptando su
nombre, Yale University, a partir de 1720.
Los lazos con el
congregacionalismo garantizan el puritanismo de la enseñanza y del modo de
funcionamiento de Yale. Estudiantes y profesores están obligados a hacer
profesión de fe para ser admitidos en el establecimiento y se exponen a ser
expulsados si su sinceridad es puesta en duda. A este puritanismo se agrega un
enconado elitismo: los estudiantes son clasificados, desde que llegan a Yale,
no según sus capacidades sino en función de la posición social de sus padres.
En primer lugar,
los hijos o nietos de gobernadores y vicegobernadores. Después, los familiares
de jueces de la Corte Suprema. Un poco más abajo, los hijos de pastores y de
antiguos alumnos. Al final de la cola, los hijos de granjeros, comerciantes y
artesanos. Esta clasificación determina donde se sentará cada alumno en las
aulas, la capilla y el comedor. Lo más asombroso, señala Alexandra Robbins, no
es que esta clasificación inicial dependa del estatus social de la familia del
alumno, algo corriente en el siglo XVIII, sino que esta se mantiene durante los
estudios.
Yale se
convierte así en el ejemplo ideal típico de una institución que reproduce las
elites y su jerarquía interna. La pérdida del rango inicial es resultado de
alguna violación de la disciplina y se considera un castigo al alumno que ha
manchado así el honor de su familia. Hay que agregar a este modo poco usual de
funcionamiento la libertad expresamente otorgada a los alumnos de mayor edad
para hacer novatadas, incluso las más humillantes y crueles, a los estudiantes
de clases inferiores. El reglamento estipula una serie de medidas para
garantizar el respeto de la más arbitraria jerarquía, basada únicamente en la
edad.
Lyman Bagg contó
en una obra, Cuatro años en Yale, publicada anónimamente en 1871, cómo
analizaba él los métodos establecidos por la institución. Estas prácticas
autorizadas reflejan, según él, el «poder enorme de las «costumbres» de la
escuela en la creación de una locura temporal que convierte hombres débiles en
seres crueles y hombres buenos en seres sin piedad». Esta propensión al
elitismo, a la jerarquía brutal y al puritanismo incita los alumnos, a finales
del siglo XVIII, a crear varias sociedades paralelas a la universidad. Se
trata, al principio, de sociedad literarias, como Linonia y Brothers in Unity.
Se exhorta a los alumnos a entrar en una u otra de estas organizaciones, algo
que no parece lo suficientemente elitista a los que desean una estricta
reproducción de la nueva «aristocracia» estadounidense.
En 1780, se
funda en Yale la rama Alpha de la organización Phi Betta Kappa. Otras
sociedades florecen en esa época: la Beethoven Society, el Hexahedron Club...
Poco a poco, las tertulias literarias pierden su importancia, reemplazados por
sociedades secretas, más elitistas y cerradas. A mediados del siglo XIX, las
tres principales son los Skull and Bones (Calavera y huesos), los Scroll and
Key (Pergamino y llave) y Wolf’s Head (Cabeza de lobo). Paralelamente, el
claustro de profesores de Yale decide seguir la tendencia. Seis años después de
la creación de Calavera & Huesos, seis miembros de la elite profesoral del
claustro de profesores se reúnen en el «Club», que rápidamente comenzaría a ser
llamado el «Old Man’s Club».
Entre sus seis
miembros fundadores se encuentran los profesores Josiah Willard Gibbs y
Theodore Dwight Woolsey. La organización contará pronto en sus filas a William
Howard Taft, al futuro chief justice del Estado de Connecticut Simeon E.
Baldwin, al universitario Thomas Bergin, al neurocirujano Harvey Cushing y al
fundador de los Calavera & Huesos, William H. Russell. De estos, Thomas
Bergin y Harvey Cushing no se convertirán en miembros de los Calavera &
Huesos.
LA GUERRA DEL OPIO
La universidad
de Yale constituye un terreno particularmente fértil para una sociedad secreta
tan elitista e influyente como los Calavera & Huesos. Pero el éxito de esta
organización secreta se debe también en gran parte a la poderosa familia
Russell, uno de cuyos miembros, el reverendo Noadah Russell, miembro eminente
de la Iglesia congregacionalista, participó en la creación de Yale. La familia
Russell se implicó también en la gran guerra del opio que enfrentó al Reino
Unido y China durante la primera mitad del siglo XIX.
A finales del
siglo XVIII, el monopolio de la explotación del opio cultivado en Bengala con
el beneplácito de Inglaterra había sido otorgado a la Compañía de las Indias
Orientales, sociedad que dependía directamente de la corona británica y en la
cual había participado Elihu Yale. La guerra del opio, que comenzó alrededor
del año 1815, tenía como objetivo imponer la introducción de esa droga al
enorme mercado chino. De 320 toneladas anuales en 1792, el contrabando de opio
se eleva a 480 toneladas en 1817 y alcanza las 3200 toneladas en 1837.
China pide
entonces a la reina Victoria que ponga fin al tráfico. La soberana anuncia que
las ganancias que reporta este al Reino Unido son demasiado importantes para
que ella decida renunciar a estas. La tensión aumenta entre Pekín y Londres: en
enero de 1839, un traficante chino es ejecutado frente a las representaciones
de comerciantes británicos en Cantón. En junio de 1839, la Corona acepta
destruir importantes cargamentos de opio.
Numerosos
ingleses abandonan entonces Cantón y Macao para retomar el tráfico de drogas un
poco más lejos, bajo la protección oficial de la marina británica. El choque es
ya inevitable: el 4 de septiembre, tiene lugar la primera batalla naval de la
guerra del opio, que ocasiona la destrucción de numerosos navíos chinos. Los enfrentamientos
demuestran «la fragilidad de los juncos de guerra chinos y la sanguinaria
determinación de los protestantes ingleses a que salgan victoriosos los
principios del liberalismo fundado en el tráfico de opio».
Samuel Russel,
primo de William Russell, es un importante protagonista de la guerra del opio.
De nacionalidad estadounidense, es el fundador, en 1813, de la Russel &
Company, compañía que competirá, en 1820, con el dominio británico del tráfico
de droga hacia China. Uno de los miembros eminentes de la sociedad era Warren
Delano Jr., abuelo de Franklin Delano Roosevelt.
DEL CLUB EULOGIE A LOS SKULL AND BONES
(CALAVERA Y HUESOS)
Es en este
contexto que William Russel crea los Calavera & Huesos, en 1832. Se hace
difícil establecer las circunstancias con precisión. Al principio, podría
tratarse de una reacción a la exclusión de un miembro de los Phi Beta Kappa,
Eleazar Kingsbury Forster.
Indignado ante
tal manera de proceder es deseoso de dar de nuevo vitalidad a Yale, William
Russel habría condenado la decisión de Phi Beta Kappa, dando abrigo a Forster y
fundado, con otros trece estudiantes de Yale (entre los cuales se encuentra
Alfonso Taft, una sociedad más secreta aun y todavía más fuerte, originalmente
llamada Club Eulogie, nombre de la diosa griega de la elocuencia. Todavía bajo
la impresión de un reciente viaje a Alemania, Russel incluye una buena cantidad
de referencias germánicas en el ritual.
En 1833, los
jóvenes miembros adoptan la calavera y los huesos como emblema. En esa misma
época, el número 322 se convierte en la «cifra clave» de la organización. El
322 antes de Cristo es justamente el año de la muerte del orador griego
Demóstenes. Según la «tradición Calavera y Huesoss», la diosa Eulogie se fue
entonces al paraíso para volver en 1832 y unirse a la sociedad secreta.
En 1856, los
Calavera y Huesos son oficialmente incorporados al Russell Trust, propiedad de
William H. Russell, gracias a Daniel Coit Gilman (Bones 1852), presidente
fundador de la Universidad John Hopkins. El 13 de marzo del mismo año, la
organización cambia de cuartel general y se instala en un impresionante
edificio del recinto universitario de Yale, pomposamente bautizado «la Tumba».
El lugar se
llena rápidamente de reliquias guerreras y macabras: pueden verse allí, según
los testimonios de algunos miembros recogidos por Alexandra Robbins, una
acumulación de banderas, de colgaduras negras y de armas recogidas en campos de
batalla. Como para que no se olvide que se trata de una confraternidad de estudiantes,
una serie de pelotas de baseball provenientes de míticos encuentros ganados por
Yale se expone en una sala.
El logo de la
calavera aparece prácticamente encima de todos los lugares vacíos mientras que
huesos de animales se exponen en varias paredes. También pueden verse algunos
esqueletos y huesos humanos. La mayoría de los cuadros expuestos en el recinto
representan a la Muerte encontrándose con tal o más cual personaje célebre. La
atmósfera es parecida a la del entorno de la familia Adams, según Marina
Moscovici, conservadora de arte del Estado de Connecticut que trabajó en la
restauración de unos quince cuadros en 1999.
Una polémica
estalló a principios de los años 1980 alrededor del cráneo de Jerónimo, que los
Calavera & Huesos afirmaban tener en su posesión. Incluso lo mostraron a un
jefe de la tribu apache de Arizona, Ned Anderson. Cuando se les pidió la devolución
del cráneo, los miembros de la organización presentaron otro diferente. Un
análisis demostró que era el cráneo de un niño de diez años, no el del jefe
indio. La autenticidad de la reliquia, que regresó posteriormente a «la Tumba»,
es por tanto dudosa.
Hoy se conoce
mejor el funcionamiento de la organización. Cada año se reclutan quince
miembros, lo cual permite estimar en cerca de 800 el número de miembros vivos
de la organización en cualquier momento preciso. Bajo la autoridad de los
miembros más antiguos, los quince felices elegidos se reúnen dos veces por
semana durante un año para conversar de sus vidas, de sus estudios y sus
proyectos profesionales. También hay debates sobre cuestiones políticas y
sociales.
Una vez al año,
la sociedad organiza un retiro en Deer Iland, una vasta isla situada en el río
Saint Laurent, cerca de Nueva York, donde se ha construido un club señorial al
estilo inglés. El nombre de la isla es Deer Iland, no Deer Island, porque tal
fue la voluntad de George D. Miller, miembro de los Calavera & Huesos y
generoso donante de la residencia.
El ritual de
iniciación fue objeto de las más descabelladas elucubraciones por parte de los
detractores de la organización. Sin embargo, como en el ritual masónico, el
secreto que lo rodea constituye su elemento más determinante y, si es
efectivamente posible que las ceremonias que se desarrollan en el recinto de
«la Tumba» hayan tenido en algún momento connotaciones paganas, e incluso
satánicas, hay que recordar también que las novatadas que inflingían a los
nuevos alumnos de Yale eran, en el pasado, particularmente crueles. Pese a
ello, es difícil que se pida hoy a los estudiantes seleccionados para entrar en
la organización que se presten a juegos sexuales de mal gusto ante los demás
iniciados.
LA RED
Lo más
fascinante no es lo que sucede en el seno de la organización sino más bien la
coherencia de su lista de miembros, reveladora del talento de Calavera y Huesos
en la formación de las elites del mañana. Es así que todos los presidentes de
Estados Unidos que han pasado por Yale han sido miembros de los Calavera &
Huesos: William Howard Taft, Georhe H. W. Bush y George W. Bush. Son a la vez
incontables las personalidades miembros de la organización que han ocupado más
tarde importantes funciones en el mundo de la política, de la diplomacia, de
los medios de difusión e, incluso, del espionaje.
La organización
dispone de importantes contactos en los medios diplomáticos, sobre todo en el
Council on Forreign Relations. Por ejemplo, Henry Stimson, secretario de Guerra
de Franklin Delano Roosevelt, el embajador de Estados Unidos en la Unión
Soviética Averell Harriman y J. Richardson Dilworth, administrador de los
intereses de la familia Rockefeller, eran miembros de los Calavera y Huesos.
Varios miembros
de Calavera & Huesos han alcanzado también notoriedad en el mundo de los
medios de difusión. Al parecer, Henry Luce y Briton Haden, miembros de la
organización desde 1920, habrían concebido juntos la idea de crear la revista
Time durante una reunión en «la Tumba» mientras que Averell Harriman fue el
fundador del diario Today, que se fusionó con otra revista en 1937
convirtiéndose en Newsweek.
Los contactos
con la CIA son particularmente impresionantes: William F. Buckley, miembro
ultraconservador de la Agencia y conocido propagandista, fue miembro de la
asociación, al igual que su hermano, James Buckley, subsecretario de Estado
para la Seguridad, Ciencia y Tecnología, en el gobierno de Ronald Reagan,
puesto desde el cual supervisaba la entrega de la ayuda militar estadounidense
destinada a los regímenes de derecha.
Hugh Cunningham
(Bones 1934) también tuvo una larga carrera en los servicios estadounidenses,
de 1947 a 1973. William Bundy, Bonesman de la promoción de 1939, se encuentra
en el mismo caso, así como Dino Pionzio (Bones 1950), jefe de estación de la
CIA en Santiago de Chile en 1970, donde ayudó a desestabilizar al gobierno de
Salvador Allende.
Al servir de
medio de reproducción de la elite económica y política del país la organización
se ha asegurado una benevolencia poco acostumbrado de parte de las autoridades.
En 1943, un acta legislativa especial adoptada por el Estado de Connecticut
eximió a los socios de la Russell Trust Association, que administra, entre
otras cosas, los haberes de la sociedad secreta, de la presentación del informe
de actividad que se exige a cualquier otra sociedad.
Durante la
segunda mitad del siglo XX, sus fondos fueron administrados por John B. Madden
Jr., miembro de Brown Brothers Harriman, sociedad nacida de la fusión, en 1933,
de Brown BROS & Company y de W.A. Harriman & Company. Madden trabajaba
entonces bajo las órdenes de Prescott Bush, padre del futuro presidente George
H.W. Bush y abuelo del actual presidente de Estados Unidos. Naturalmente, todos
estos personajes son miembros de los Calavera & Huesos.
Otra fuente de
fondos: los Rockefeller. Percy Rockefeller fue miembro de la Orden y ligó la
organización a las propiedades de la Standard Oil. Otra importante familia
ligada a los Calavera & Huesos es la de los Morgan. J.P. Morgan no fue
nunca miembro de la sociedad, pero Harold Stanley, miembro del equipo dirigente
del Morgan’s Guaranty Trust, perteneció a ella desde 1908. W. Averell Harriman,
de la promoción de 1913, fue también miembro del consejo administrativo, al
igual que H.P. Whitney y su padre, W.C. Whitney.
Es también de
forma indirecta que la organización ha podido beneficiarse con fondos de la
familia Ford, aparentemente en contra de la opinión de la misma. McGeorge
Bundy, miembro de los Skull & Bones, fue en efecto presidente de la
Fundación Ford de 1966 a 1978, después de haber sido consejero para la
seguridad nacional bajo John F. Kennedy y Lyndon Johnson.
PRESIDENCIAL 2004: CALAVERA Y HUESOS CARA A CARA
Los Calavera
& Huesos no tienen verdaderamente un discurso ideológico, aunque no es
corriente reverenciar a un financista de la guerra del opio o utilizar como
objeto ritual el supuesto cráneo del último jefe de un pueblo recientemente
exterminado. Contrariamente a lo que la literatura conspiracionista haya podido
mencionar, no se trata de un club de neonazis, de ultraconservadores o tan
siquiera de halcones. Sin embargo, como representante de la futura elite (lo
cual implica ya el hecho de pertenecer a la clase social que dispone de
suficiente capital sociocultural como para triunfar en los diferentes campos
del poder), los miembros de Calavera & Huesos comparten una misma visión
del mundo y de las relaciones en el seno de la sociedad.
Todos son por
capitalistas partidarios de un pseudoliberalismo y defensores de los valores de
Libertad que presuntamente encarnan los Estados Unidos. Aun habiendo respondido
recientemente a los cantos de sirena de lo «políticamente correcto» al admitir
progresivamente a algunos representantes de las minorías étnicas y sexuales, y
más tarde de las mujeres, en 1991 -provocando la consternación, entre otros,
del ex-presidente George H. W. Bush-, las elites reunidas en los Calavera &
Huesos no dejan de ser por ello la encarnación casi perfecta del pensamiento
único de la clase dirigente estadounidense.
El hecho que los
dos pasados candidatos a la presidencia de Estados Unidos en 2004, George W.
Bush y John Kerry, sean miembros de la organización no puede ser interpretado
como la manifestación de una elección arreglada de antemano entre dos
cómplices. Sin embargo podemos inquietarnos legítimamente por la forma en que
se establece la selección en el terreno político estadounidense ya que, si los
dos candidatos son capaces de enfrentarse duramente, no hay dudas en que ambos
pertenecen a un medio social estrecho y homogéneo y que, por esa razón,
defienden, a pesar de sus divergencias, intereses parecidos. En cierta forma,
parafraseando a un político francés, la elección presidencial de 2004 fue
«Calavera y Huesos o Huesos y Calavera».
Es además por
esa misma razón que la Orden llama tanto la atención, porque encarna la
quintaesencia del medio social más favorecido de Estados Unidos y cuyos puntos
de vista están lejos de representar el ideal democrático al que aspira el resto
de la población.
Individualmente,
numerosos miembros de la organización han estado involucrados en la mayoría de
las «acciones sucias» de Estados Unidos en los últimos cincuenta años, de la
invasión de Bahía de Cochinos a la elaboración de la doctrina nuclear, pasando
por el derrocamiento de Salvador Allende. Y han podido hacerlo únicamente fuera
del marco de las instituciones democráticas, amparados por el secreto de su
complicidad y sobre la base de una vieja confraternidad. Sin embargo, ninguna
decisión de ese tipo ha sido tomada en el seno mismo de la asociación de los
Calavera & Huesos. No se trata de una estructura jerarquizada, apta para
tomar tales decisiones y hacer que se apliquen. Sea lo que sea, la Orden
secreta sigue siendo la fachada más evidente del «enemigo de clase» que
representa la «aristocracia imperial» de Estados Unidos. (Por Red Voltaire)