El hombre del
saco, viejo del saco, el hombre de la bolsa o el viejo de la bolsa es un
personaje del folclore infantil hispánico. Se le suele representar como un
hombre que vaga por las calles cuando ya ha anochecido en busca de niños
extraviados para llevárselos metidos en un gran saco a un lugar desconocido.
Este personaje es caracterizado como un asustador de niños, y se utiliza como
argumento para asustar a los niños y obligarlos a que regresen a casa a una
hora temprana. Es similar al cuco y al sacamantecas. La figura imaginaria del
"Hombre del Saco" tiene su correlato real en numerosos criminales
tristemente famosos por secuestrar y matar niños.
En algunos de
ellos se ha querido ver el origen del personaje, aunque en realidad éste no se
basa en ningún suceso en particular. 1910. Gádor, Almería. Francisco Ortega el
Moruno era un enfermo de tuberculosis que buscaba desesperadamente una cura
para su enfermedad. Para ello acudió a la curandera Agustina Rodríguez, quien a
su vez le envió al barbero y curandero Francisco Leona. Al parecer, Leona ya
tenía antecedentes criminales y, a cambio de 3000 de los antiguos reales, le
reveló "la cura": beber la sangre que emanara del cuerpo de un niño y
untarse en el pecho mantecas calientes.
Leona y Julio
Hernández el tonto, hijo de la curandera Agustina, se ofrecieron a encontrar al
niño. Y así fue como, en la tarde del 28 de junio de 1910, secuestraron a
Bernardo González Parra, de 7 años y natural de Rioja. Metiendo al niño en un
saco, los criminales lo trasladaron hasta un cortijo aislado en Araoz que
Agustina tenía preparado. Un hermano de Julio Hernández el tonto, José, fue a
avisar al cliente el Moruno, dejando a su mujer Elena haciendo la cena.
El asesinato del
pequeño Bernardo fue así: después de haberlo sacado aturdido del saco, a
Bernardo se le hizo un corte en la axila, de la cual emanó la sangre que bebió
el Moruno mezclada con azúcar. El curandero Leona le había extraído, vivo, las
grasas corporales y las untó en el pecho de su cliente, el Moruno. Julio
Hernández el tonto golpeó al pequeño con una piedra en la cabeza, matándolo.
Acabado el ritual, ocultaron el cuerpo sin vida en una grieta, tapado con
hierbas y piedras sin ser enterrado, situada en un lugar conocido como
"Las Pocicas".
A la hora de
repartir los 3000 pesetas que había pagado el Moruno por los servicios, el
curandero Leona intentó engañar a su cómplice Julio el Tonto sin obtener buenos
resultados. Dándose cuenta de las intenciones de Leona y para vengarse de él,
Julio le contó a la Guardia Civil que había visto el cuerpo de un niño cuando
perseguía a unos pollos de perdiz.
Cuando las
fuerzas de la Guardia Civil llegaron al lugar, todo el pueblo delató a Leona,
pues antes o después había cometido muchas irregularidades, tal vez alguna de
ellas de tipo delictivo. Detenido, a la hora de prestar declaración inculpó a
Julio y viceversa. Finalmente, tras mil y una excusas, ambos confesaron el
crimen. Cuando el cuerpo fue encontrado, éste estaba boca abajo con el cráneo
completamente destrozado.
El curandero
Leona fue condenado al garrote vil, pero murió en la cárcel. El cliente,
Ortega, y Agustina, la curandera, fueron ejecutados. José, uno de los hijos de
Agustina, fue condenado a 17 años de cárcel. La mujer de éste, Elena, fue
absuelta. Y Julio el tonto finalmente fue indultado por ser considerado
demente. Todavía viven personas en pueblos como Rioja o Gádor, que son capaces
de recordar las coplas que corrieron en esos tiempos, ensalzando la figura del
Cabo Mañas, que capturó a los despiadados autores.