En tiempos de la
Edad Media, los habitantes de un pueblo de Inglaterra, sentían en sus cuerpos
el temor por alguien que sólo veían salir cuando la luna despertaba. Entre la
gente del pueblo se decía que era un vampiro. Vivía solo a las afueras del
pueblo, en una residencia parecida a un castillo, la cual abandonaba cuando el
sol se ocultaba tras el horizonte. Bajaba al pueblo y rondaba sus calles,
plazas y posadas a pesar de que existía el llamado toque de queda debido a este
ser. Un día, una viajera se detuvo a descansar en ese pueblo a las faldas de la
residencia del vampiro.
Y por tal que
era visitante ignoraba que existía un toque de queda por las noches y que
estaba prohibido rondar las calles cuando el sol había caído. Una noche, como
otras tantas había hecho, salió a caminar para conocer el pueblo. Con un
estruendo nocturno, sus pasos retumbaban en las paredes de las casas. Para su
sorpresa, notó que las calles estaban abandonadas por completo. En ese momento,
vió una silueta que se desplazaba a lo lejos y le dio alcance para intentar
averiguar el porqué de la soledad en las calles.
El vampiro se sorprendió
de ver una persona que no le temía y le preguntó a la viajera que si no tenía
miedo de que él le fuera a hacer daño, a lo cual la viajera le contestó que no
tenía por qué ya que no le conocía de nada y que las personas de ese pueblo
habían sido muy amables con ella. Así que no tenía nada que temer. El vampiro
sonrió y la invitó a que lo acompañara a dar su acostumbrado recorrido por las
calles, lagos y plazas.
Así pasaron la
noche, el ser supremo se sintió alagado de la compañía de esa hermosa dama y le
explicó el por qué las calles estaban vacías a cierta hora de la noche. La
viajera se sorprendió al escuchar la razón por la cual la persona que estaba
con ella era protagonista pero no le importó pues no creía en la existencia de
seres llamados vampiros o no muertos, puesto que no había visto nunca ninguno.
La noche
siguiente nuevamente se vieron para seguir con su bella charla y para que el
ser supremo siguiera contemplando y conquistando la belleza de esa mujer. Al
enterarse los hombres del pueblo, dieron aviso a la viajera que existía un
toque de queda en ese lugar y que conforme a la ley no tenía que salir por las
noches. La viajera explicó que había conocido a un caballero que cada noche
rondaba el pueblo y que no tenían nada que temer. Entonces, las personas del
pueblo, cegados por la ira, decidieron acabar con este ser ya que pensaban que
la mataría y así decidieron protegerla.
Llegada la
noche, esperaron al vampiro en el centro, en la plaza del ayuntamiento, ya que
sabían que regresaría por la bella dama, su amada. La viajera se sentía
indignada ya que pensaba que por su culpa esa persona perdería la vida y ella
también se había enamorado de él. Cuando el vampiro llegó al pueblo se
escuchaban gritos y alarde.
El vampiro se
extrañó ya que a esa hora no tendría que haber nadie en las calles, por lo cual
se dirigió al lugar de donde provenían tales improperios y griterío llevándose
una gran sorpresa, ya que las personas que allí habitaban tenían en sus manos
antorchas y armas, maderas y crucifijos, para acabar con él.
El vampiro
alcanzó a huir; entre el griterío alcanzó a escuchar la voz de la viajera que
le decía que demostrara que él no era quienes ellos pensaban. Al entrar en su
residencia notó en la parte central de su jardín (del cual nunca había brotado
una sola flor), una rosa roja. Al recordar que ese era un símbolo de amor para
los humanos la tomó con su mano derecha y la arrancó de un tajo enterrándose
las espinas y haciendo brotar inmediatamente su sangre, la cual fue absorbida
por la rosa tornándose así negra.
El vampiro no
concebía lo que estaban observando sus ojos y supuso que su maldad había salido
de su ser tornando la rosa negra. Se dirigió hacia el pueblo con la rosa en su
mano para demostrarles que en él ya no existía la maldad y se la entregó de obsequio
a la viajera deseándole con ésta la muerte para que se convirtiera también ella
en un ser supremo y así estar juntos para la eternidad.