Eolo era el
señor de los vientos, que aparece en un principio con condición mortal, aunque
con el tiempo llega a atribuírsele naturaleza divina. En la tradición literaria
grecorromana es confundido a veces con otros dos personajes del mismo nombre.
Era hijo de Arne, hija de un Eolo anterior. Según unas noticias, su padre fue
Hippotes; según otras, era hijo de Poseidón. Su historia, que probablemente
está en relación con la emigración de una rama de los eolios a occidente, se
nos ha transmitido asi: Arne confesó a su padre que estaba embarazada de
Poseidón, pero su padre no la creyó y la entregó a un extranjero de Metaponto
(Italia), que se la llevó a su patria de origen.
Arne parió allí
dos niños, Beoto y Eolo, que fueron adoptados por el hombre de Metaponto para
seguir un oráculo. Cuando ambos crecieron hasta la edad adulta tomaron por la
fuerza el poder en Metaponto. Pero tiempo después se produjo una disputa entre
su madre Arne y su madre adoptiva Autolite. Los hermanos mataron a esta última
y escaparon de Metaponto. Eolo llegó a ciertas islas del Mar Tirreno, que por
su nombre recibieron el de Islas Eólicas y, según algunas fuentes, fundó la
ciudad de Lípara (Diodoro Sículo, 4. 67, 5. 7).
Allí actuó como
rey justo y piadoso, se comportó benévolamente con los nativos, y los inició en
el uso de barcos para navegar y, de acuerdo con las señales que observaba en el
fuego, los advertía de la naturaleza de los vientos que iban a sobrevenir.
Este, según Diodoro, es el motivo por el que la mitología describe a Eolo como
señor de los vientos. Este Eolo fue el que se encontró Ulises durante sus
peripecias. Higino (Fábulas, 186, «Melanipe») aporta otra versión de los
hechos.
Según estas
versiones, Eolo, el padre de la raza eolia, se relaciona con el señor y dios de
los vientos. El punto de partida sobre el que se estableció esta conexión,
desarrollada más tarde por los poetas y mitógrafos, se encuentra en Homero,
Odisea, 10. 2 y ss. (Véase también Higino, Fábulas, 125, «Odisea»)
Sin embargo, en
Homero (Homero, Odisea, 10.1 ss.) Eolo no aparece ni como dios ni como padre de
los vientos, sino simplemente como el afortunado gobernante de la flotante isla
Eolia, al que Zeus había convertido en el administrador de los vientos, a los
que podía aplacar o poner en movimiento a su antojo. Esta afirmación de Homero
y la etimología de su nombre a partir del griego ἀελλαῖος («tormentoso») fueron
la causa de que en tiempos posteriores Eolo fuera contemplado como dios y rey
de los vientos, que guardaba encerrados en una montaña. Por consiguiente, fue a
él a quien Juno se dirigió cuando quiso destruir la flota de los Troyanos
(Virgilio, Eneida, 1.65 ss.). En tiempos de Pausanias se creía que la isla
Eolia de Homero era Lípari (Pausanias, 10.11.3).
Consecuentemente,
en tiempos posteriores, se creyó que esta isla (o la de Stromboli) era el lugar
en el que habitaba el dios de los vientos (Virgilio, Eneida, 1.52, 8.416;
Estrabón, 6.5). Otras fuentes sitúan en Tracia la residencia de Eolo (Apolonio
de Rodas, 1. 954, 4. 765) o en las proximidades de Regio en Italia.
Los siguientes
pasajes de poetas posteriores muestran cómo Eolo fue gradualmente considerado
un dios: Ovidio, Metamorfosis, 1. 264; 11. 748; 14. 223; Valerio Flaco, 1. 575.
No se sabe con certeza si Eolo fue representado por los antiguos en obras de
arte: el hecho es que, si existieron, no han llegado hasta nosotros.