Los druidas fueron los miembros
de la clase sacerdotal en la Gran Bretaña, Irlanda, la Galia (Francia), y
posiblemente otras partes de la Europa Céltica y la Galacia durante la Edad de
Hierro, e incluso antes. Se conoce muy poco acerca de los antiguos druidas. No
hay registros escritos por los propios druidas y la única evidencia de la que
se dispone son unas breves descripciones realizadas por los griegos, romanos y
varios autores y artistas dispersos, así como también algunas historias creadas
posteriormente, en el Medievo, por escritores irlandeses.
Mientras que se tiene evidencia
arqueológica relativa a las prácticas religiosas en la Edad del Hierro, “ningún
artefacto o imagen desenterrado se ha podido asociar indudablemente con los
antiguos druidas”. Varios temas recurrentes sobre los druidas se presentan en
un gran número de registros greco-romanos, incluyendo el que ellos realizaban
sacrificios humanos, creían en la reencarnación, además de que ocupaban una
posición de alto estatus en los pueblos galos. Nada se sabe sobre sus prácticas
de culto, excepto por el ritual del roble y el muérdago según los describió
Plinio el Viejo.
La referencia más antigua de la
que se tiene conocimiento data del 200 a.C., sin embargo, la descripción
fehaciente más antigua proviene de Julio César en sus Comentarios sobre la
guerra de las Galias (50 a.C.). Posteriores escritores grecorromanos también
describieron a los druidas, incluyendo a Cicerón, Tácito5 y Plinio el Viejo.
Tras la invasión de la Galia por el Imperio romano, el druidismo fue proscrito
por el gobierno romano bajo el mandato de los emperadores Tiberio y Claudio, en
el siglo I d.C., y éste desapareció de los registros escritos alrededor del
siglo II.
Alrededor del año 750 la palabra
“druida” aparece en un poema del monje irlandés Blathmac, quien escribió sobre
Jesús diciendo que él fue “...mejor que un profeta, con más conocimientos que
cualquier druida, un rey que fue obispo y un completo sabio”. Los druidas
también son mencionados en varios cuentos medievales de la Irlanda cristiana
tales como Táin Bó Cúailnge, donde son ampliamente retratados como hechiceros
que se oponían a la llegada del Cristianismo. En el despertar del Renacimiento
céltico en los siglos XVIII y XIX, grupos fraternales y neopaganos se fundaron
basándose en ideas sobre los antiguos druidas, este movimiento es conocido como
neodruidismo.