domingo, 24 de diciembre de 2017

TIRESIAS


En la mitología griega, Tiresias fue un adivino ciego de la ciudad de Tebas y junto con Calcas, es uno de los dos adivinos más célebres de la mitología griega. Hijo de Everes, que a su vez era hijo del esparto Udeo, y de la ninfa Cariclo, Tiresias tuvo a su vez dos hijas: Manto y Dafne. Tiresias es un adivino que aparece en todos los fragmentos mitológicos relacionados con Tebas, desde la época de Cadmo hasta la expedición de los Epígonos: Fue Tiresias quien aconsejó que se entregara el trono de la ciudad al vencedor de la Esfinge y, más tarde, sus revelaciones conducirán a Edipo a descubrir el misterio que rodeaba su nacimiento y sus involuntarios crímenes.

También aparece este adivino en el Canto XI de la Odisea: el héroe Odiseo, con el fin de averiguar las circunstancias en que se desarrollará su regreso a Ítaca, viaja al Hades para consultar a Tiresias. Tiresias era ciego desde joven. Según las versiones, su ceguera fue causada por la diosa Atenea — que lo castigó por haberla sorprendido mientras se bañaba o por la diosa Hera  tras mediar en una disputa sobre el placer que tenía con Zeus, aunque en ambos casos le fue concedido como compensación el don de ver el futuro. En la última versión, Tiresias sorprendió a dos serpientes apareándose, las separó y entonces Hera lo convirtió en mujer.

Siete años más tarde, Tiresias volvió a ver a las serpientes en circunstancias similares, y entonces Hera le hizo recobrar su sexo. Esta experiencia única hizo que Zeus y Hera recurrieran a él como árbitro en una discusión sobre quién experimentaba más placer sexual. Cuando Tiresias afirmó que el hombre experimenta una décima parte del placer que la mujer, Hera, indignada, lo castigó dejándolo ciego. Zeus, sin embargo, le otorgó el don de la profecía y una larga vida.

El significado esencial de la figura de Tiresias reside en su papel de mediador: gracias a sus dotes proféticas, media entre los dioses y los hombres; por su condición andrógina, lo hace entre hombres y mujeres; y por la excepcional duración de su vida, entre los vivos y los muertos. El personaje reaparece en la literatura europea en su doble carácter de profeta y de andrógino desde el Edipo rey de Sófocles (425 a. C.) hasta nuestros días.