La Perestroika "reestructuración", es
conocida como la reforma que fue creada para desarrollar una nueva estructura
de la economía interna de la Unión Soviética, y fue llevada a la práctica en
todo el territorio de la Unión Soviética por Mijaíl Gorbachov, un mes después
de su toma de poder. La visión que Mijaíl Gorbachov tenía para el futuro
fundamentalmente era reorganizar el sistema socialista, para poder conservarlo.
Esto porque dentro de sus planes de cambio estaba que la sociedad soviética
pudiera tener un nuevo ánimo para que estuvieran listos y pudieran contribuir
en la creación de la nueva Unión Soviética.
Este proceso, estuvo lleno de
conversiones democráticas en la política y en los miembros del Kremlin, trayendo
consigo una enorme cantidad de consecuencias en la economía y en la sociedad
que culminaron finalmente en el fin de la era de Gorbachov y en la caída de la
URSS.
En política exterior, Gorbachov
tendía a la negociación de la reducción de armamento y a la pacificación de las
relaciones internacionales, retirando las tropas soviéticas en Afganistán y
recibiendo en Moscú al presidente estadounidense Ronald Reagan. Tras ser
elegido presidente del Soviet Supremo, Gorbachov aceleró el programa de reformas
políticas. Fue elegido jefe del Estado (1989) y primer presidente de la Unión
Soviética por el congreso (1990).
Se redujo el interés de la URSS
por los países socialistas del Tercer Mundo, y se inició una predilección por
los países occidentales y por la democracia a la que costó mucho adaptarse. Los
derechos humanos se reconocieron en diciembre de 1988, acabando con los
principios de Stalin y del marxismo-leninismo que hasta entonces habían
constituido la ideología del partido comunista.
La reforma, aplicada con mayor
fuerza sobre todo a partir de 1987, alcanzaba todas las áreas del sistema
soviético: la ciencia, la tecnología, la reorganización de la estructura
económica y los cambios en la política de inversiones. Para ello se trató de hacer
un mejor uso de los medios económicos de que se disponía. La reforma supuso el
saneamiento de una burocracia ineficaz y con ello pretendía implicar más al
conjunto de ciudadanos en la tarea de reconstruir su economía.
La perestroika iba complementada
por la glásnost, una política de apertura hacia los medios de comunicación, con
transparencia informativa, permitiendo la libertad de expresión y de opinión,
al contrario que en la etapa anterior, caracterizada por la represión hacia los
contrarios al sistema. De esta manera, por primera vez, el gobierno soviético
permitía una cierta autocrítica y reconocía sus defectos, lo que contribuyó a
resolverlos con mayor rapidez. Esto fue generando una confrontación política
encabezada por las críticas de Borís Yeltsin, que fue apartado en 1987 a pesar
de que contaba con el apoyo popular.
En junio de 1988 se celebraron
elecciones democráticas que no dieron al PCUS todos los puestos en el gobierno,
sino que se formó una minoría de reformadores entre los que se encontraba
Yeltsin. A finales de 1990 ya existía una verdadera división en el Congreso,
con unos 18 grupos políticos, de los que el más importante era el comunista,
seguido del conservador Soyuz.
Hacia el final del mandato de
Gorbachov, la perestroika empezó a recibir críticas tanto por los que pensaban
que las reformas se aplicaban demasiado lentamente como por los comunistas que
temían que éstas destruyeran el sistema socialista y llevaran a la decadencia
del país.
El 19 de agosto de 1991 tuvo
lugar un golpe de Estado llevado a cabo por los altos cargos del PCUS con el
objetivo de boicotear un tratado que permitiría el autogobierno de las
repúblicas de la URSS. Éste fracasó debido a la pasividad de altos dirigentes
militares y a la actitud del presidente de la federación rusa, Boris Yeltsin.
Tres días después, Mijail Gorbachov dimitía.
Muchas repúblicas federadas de
Europa del Este declararon entonces su independencia, lo que llevó a la
disolución de la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas (la URSS) el 25 de
diciembre de 1991, día en que Gorbachov renunció a su cargo. Yeltsin se
convirtió en su sucesor, abandonando el comunismo y convirtiéndose en
presidente de la recién fundada Federación Rusa.