El término sofista, del griego
sophía "sabiduría" y sophós
"sabio". Es el nombre dado en la Grecia clásica, de aquel que
hacía profesión de enseñar la sabiduría. Sophós y Sophía en sus orígenes denotaban
una especial capacidad para realizar determinadas tareas. Más tarde se
atribuiría a quien dispusiera de "inteligencia práctica" y era un
experto y sabio en un sentido genérico. Sería Eurípides quien le añadiría un
significado más preciso como "el arte práctico del buen gobierno" y
que fue usado para señalar las cualidades de los Siete Sabios de Grecia.
Sin embargo, al transcurrir el
tiempo hubo diferencias en cuanto al significado de sophós: por una parte,
Esquilo denomina así a los que dan utilidad a lo sabido, mientras que para
otros es al contrario, siéndolo quien conoce por naturaleza.
A partir de este momento se
creará una corriente, que se aprecia ya en Píndaro, que da un significado
despectivo al término sophós asimilándolo a "charlatán". Ya en la
Odisea, Ulises es calificado de sophón como "ingenioso". Por el
contrario, Eurípides llama a la sophía "listeza" y al sophón
"sabiduría", tratando con ello de diferenciar la intensidad y grado
de conocimiento de las cosas que tienen respectivamente los hombres y los dioses.
Platón criticaba a los sofistas
por su formalismo y sus trampas dialécticas, pretendiendo enseñar la virtud y a
ser hombre, cuando nadie desde un saber puramente sectorial, como el del
discurso retórico, puede arrogarse tal derecho.
La primera exigencia de esa areté
era el dominio de las palabras para ser capaz de persuadir a otros. "Poder
convertir en sólidos y fuertes los argumentos más débiles", dice
Protágoras. Gorgias dice que con las palabras se puede envenenar y embelesar.
Se trata, pues, de adquirir el dominio de razonamientos engañosos. El arte de
la persuasión no está al servicio de la verdad sino de los intereses del que
habla. Llamaban a ese arte "conducción de almas". Platón dirá más
tarde que era "captura" de almas.
Según algunos autores, no eran,
pues, propiamente filósofos. Para quienes son de esa opinión, tenían sin
embargo en común con los filósofos una actitud que sí puede llamarse
filosófica: el escepticismo y relativismo. No creían que el ser humano fuese
capaz de conocer una verdad válida para todos. Cada quien tiene "su"
verdad.
Por el contrario, hay quien
sostiene que sí lo eran, y que las ácidas críticas de Platón corresponden a una
disputa por un mismo grupo de potenciales discípulos y a sus diferencias
políticas y filosóficas. De Aristóteles provendrá también el sentido peyorativo:
sofista es quien utiliza el sofisma para razonar. Los más destacados miembros
de la sofística fueron: Protágoras, Gorgias, Hipias, Pródico, Trasímaco,
Critias y Calicles.
Últimamente, el
"sofismo" ha sido reivindicado en el siglo XX por autores como
Fernando Savater y Matthew Stewart; así como a inicios del siglo XXI, por los
nuevos seguidores del ultraperspectivismo o estancialismo (metafísica del
Estar).