jueves, 4 de enero de 2018

PURGATORIO


El Purgatorio, en la teología católica y la copta, es un estado transitorio de purificación y expiación donde, después de la muerte, las personas que han muerto sin pecado mortal pero que han cometido pecados leves no perdonados o graves ya perdonados en vida pero sin satisfacción penitencial de parte del creyente, tienen que purificarse. Es decir, eximirse de esas manchas a causa de la pena temporal contraída para poder acceder a la visión beatífica de Dios. Debido a que todo aquel que entra en el Purgatorio terminará entrando al Cielo tarde o temprano, el purgatorio no es una forma de infierno.

Las plegarias a Dios por los muertos, la celebración de eucaristías y las indulgencias pueden acortar la estadía de una o varias almas que estén en dicho estado. El tipo de penas que se padecen son equivalentes a las del infierno, en el sentido que se siente la lejanía de Dios, pero no son eternas y purifican porque la persona no está empedernida en una opción por el mal. Por eso el Purgatorio es la purificación final de los elegidos, la última etapa de la santificación.

La Iglesia Copta Ortodoxa cree que las almas, después de la muerte, esperan el Juicio Final, en un lugar que no es el Paraíso ni tampoco el Hades. La Iglesia Católica recuerda las palabras de Jesucristo referidas en Lucas 12:58-59: “Cuando vas con tu adversario a presentarte ante el magistrado, trata de llegar a un acuerdo con él en el camino, no sea que el adversario te lleve ante el juez, y el juez te entregue al guardia, y este te ponga en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo».” Se argumenta que si del infierno no se puede salir, debe existir un lugar donde se cancele esa deuda, pues además, hablando de la “Jerusalén Celestial”, el libro Apocalipsis dice:

“Nada manchado entrará en ella” (Ap. 21, 27). Luego, con la parábola del funcionario que no quiso perdonar, en Mateo 18:21-35, Jesús compara el Reino de los Cielos con alguien que pide perdón pero niega hacerlo; aun así advierte que el hombre puede cumplir su deuda: “Y tanto se enojó el señor, que lo puso en manos de los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Y Jesús añadió: «Lo mismo hará mi Padre Celestial con ustedes, a no ser que cada uno perdone de corazón a su hermano»” (Mateo 18:34-35).

Cabe recordar incluso que Jesucristo enseñó a orar poniendo la condición de ser perdonados, perdonando: “…y perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores;” (Mateo 6:12). Así, como en el Cielo no hay “verdugos” que cobren la deuda, el catolicismo concibe un lugar intermedio donde los salvados purifiquen las deudas pendientes.

Hay además algunos teólogos y místicos que señalan que el purgatorio se vive aquí en la tierra, siendo experimentada la purificación después de la muerte mientras que se vaga como alma en pena. Los vivos no podrían ver a las almas en pena salvo algunas excepciones. En este sentido, alma en pena pareciera corresponder al concepto de fantasma. Al respecto, el Apocalipsis anuncia: “El Anciano me replicó: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado y blanqueado sus vestiduras con la sangre del Cordero.»” (Apocalipsis 7:14).