miércoles, 30 de mayo de 2018

ENEAS

Eneas, en la mitología latina, hijo de Anquises, un príncipe troyano, y de Venus, diosa del amor en la mitología romana (Afrodita en la mitología griega). Después de la toma de Troya por los griegos, Eneas fue capaz, con la ayuda de su madre, de escapar de la ciudad caída. Con su padre anciano a cuestas y mientras guiaba a su hijo pequeño de la mano, hizo su camino hacia la costa. En la confusión de la fuga, su mujer, Creúsa, quedó atrás. Un largo, peligroso y aventurado viaje lo llevó a Tracia, Delos, Creta y Sicilia, donde murió su padre. La diosa Juno, que siempre había odiado a Eneas y quería impedirle que fundara Roma, destino del héroe que ella conocía, intentó detenerlo con una violenta tempestad.

Él y su tripulación fueron arrojados a la costa africana, donde los recibió Dido, la hermosa reina de Cartago. Dido se enamoró de Eneas y le suplicó que se quedara. Cuando él se negó y se hizo a la mar, ella se suicidó. Después de varios años de navegación, Eneas alcanzó Italia y la desembocadura del Tíber; allí fue recibido hospitalariamente por Latino, rey del Lacio. Se convirtió en prometido de Lavinia, la hija de Latino, pero antes de que pudiera casarse con ella, Juno hizo que Turno, rey de los rútulos y un pretendiente rechazado por Lavinia, entablara la guerra contra Eneas y Latino. La guerra se desencadenó como un combate cuerpo a cuerpo, en el que Eneas venció y mató a Turno. Eneas gobernó así durante varios años en el Lacio y, casado con Lavinia, fundó el pueblo romano.

Este héroe virgiliano, centrado únicamente en su misión, ha sido motivo de representación de muchos artistas, tal es el caso de Bernini, escultor barroco, que eligió como tema un episodio concreto de la vida de Eneas, representando como grupo escultórico, haciendo alarde de su virtuosismo. Este grupo escultórico es “Eneas, Anquises y Ascanio”, que muestra la huída de Troya de Eneas, el legendario fundador de Roma, y anuncia la posterior difusión de la iglesia católica. Contenía resonancias de la literatura clásica y del ámbito político contemporáneo, aludiendo a la “Eneida” de Virgilio y, alegóricamente a la devoción del Cardenal Borghese (el poderoso sobrino del Papa Pablo V), uno de los mecenas de Bernini, y el apoyo que éste ofrecía a su tío en los asuntos del Estado. No era un tema corriente entre pintores ni escultores, pero Bernini se inspiró en un grupo análogo, anterior a él, representado en un fresco de Rafael para las Stanze del Vaticano, “El incendio del Borgo”, reproducido en un grabado donde se describía como la huída de Eneas.

El grupo escultórico de Bernini es una auténtica proeza, tanto más si se considera que tuvo que tallar tres figuras a partir de un único bloque de piedra, por lo que es muy inestable. Bernini recurre a una creativa asimetría situando al anciano Anquises, que sostiene los Penates, sobre un hombro de su hijo y orientando las posturas de ambos en direcciones opuestas. El poderoso físico del héroe recuerda asimismo, al “Cristo desnudo de Santa María Sopra Minerva”, una de las obras de Miguel Ángel, de concepción más clásica.

Pese a estas diferencias, el grupo escultórico de “Eneas, Anquises y Ascanio” difiere notablemente del fresco “El incendio del Borgo” de Rafael: en tanto que Rafael representó las tres edades del hombre de forma, por completo, idéntica, al igual que Bernini, pero éste agrega un mayor grado de verosimilitud en su caracterización del rollizo niño, Ascanio, y la esquelética figura del anciano Anquises, una idea puesta en práctica ya en la antigua escultura conocida como “Séneca agonizante”, por aquel entonces perteneciente a la Colección Borghese, y por Domenichino en “La última comunión de San Jerónimo” (de 1614). “Séneca agonizante”: una copia romana de una escultura helenística, S. III a. d. C, Louvre, París.

Se reconoce a Eneas por los siguientes atributos iconográficos: por llevar a hombros a su padre y, éste por llevar consigo las representaciones de los dioses, los Penates, y también por la presencia de su hijo Ascanio, que va detrás. El rostro de Eneas no refleja el esfuerzo que conlleva el cargar con su padre a cuestas, pero sí se marca en sus músculos; hay cierta tensión. El pelo, ensortijado, con bucles, recuerda a los peinados de la Antigüedad. Obra que presenta naturalismo y realismo, su altura contrasta con la anchura y el pedestal es de pequeño tamaño y abombado hacia arriba. Compositivamente la obra está en espiral, de ritmo ascendente y cargadas de curvas. Bernini para realizar esta obra utilizó como referencia histórica la “Eneida”, epopeya latina escrita por el poeta Virgilio entre el 29 – 19 a. d. C. Consta de doce libros escritos para gloria de Roma y de su príncipe Cayo Julio César Octavio Augusto.

Por tanto es una obra comprometida al servicio de Augusto, que le fue sugerida a Virgilio por este mismo después de resultar vencedor en las guerras civiles ya que deseaba legitimar y consolidar su poder, y soldar el tejido social alrededor de los viejos valores. Partiendo de la leyenda que liga la fundación de Roma a una figura mítica venida de Troya, Virgilio eligió el viaje, vivencias, peripecias y establecimiento del héroe Eneas (hijo de Venus, diosa del Amor, y padre de Ascanio, fundador del Alba Longa, ciudad que se convertirá más tarde en Roma. Según Virgilio, de Ascanio descendería directamente el pueblo romano) en Italia, donde establece las bases del futuro dominio romano del mundo.

Desde las narraciones homéricas Eneas aparece como un héroe protegido por los dioses –a los cuales obedece respetuoso- y marcado para un glorioso destino: en él descansa la suerte futura de la raza troyana. Los poetas posteriores a Homero presentan a Eneas participando en los últimos combates en torno a la ciudad y asumiendo en la defensa de Troya el papel del desaparecido Héctor (príncipe troyano); pero su importancia crece todavía después de la caída de la fortaleza, siguió el consejo de su padre y las indicaciones de Venus, y se dirigió a la montaña junto con Anquises, su hijo Ascanio, todavía niño y el espectro de su esposa Creúsa que quedó atrás para permitir que su esposo cumpliera con su misión (tal situación puede contemplarse en una obra de Federico Barocci “La huída de Eneas”.


Una versión más novelesca de la leyenda contaba que Eneas había sido sorprendido en la ciudad por el ataque de los griegos, y en este caso habría huido de las llamas llevando a cuestas al anciano Anquises, a su hijo Ascanio y cargando además con los dioses más sagrados de Troya, los Penates, así como con el Palacio (esta versión es en la que se basa Bernini para realizar su obra).

El poeta Virgilio, para realizar su obra, se inspira en la “Ilíada” de Homero y liga la fundación de Roma con el ciclo troyano de la literatura griega. Toma de Homero versos, episodios, fórmulas, discursos y estilo. Pero esta herencia no impide que Virgilio magnifique la grandeza, incluso la superioridad de Roma, ante todo. La “Eneida” sobrepasa la alabanza para adquirir dimensiones de epopeya revestida de carácter divino: Júpiter (Zeus, en la mitología griega, rey de todos los dioses) destina a Eneas para fundar una ciudad que dominará el mundo; Juno, protectora de Cartago, levanta obstáculos entre Eneas y su misión; mientras que Venus favorecerá la empresa de su hijo. Eneas es un personaje menor de la “Ilíada” de Homero, donde aparece como un héroe protegido por los dioses, destinado a cumplir una importante misión. Su caracterización en la obra de Virgilio es la de un héroe mucho más individualizado que la de los personajes de Homero. El relato de sus virtudes (valor, firmeza y lealtad), que son atribuidas en la obra a los romanos, alcanza el grado de propaganda imperial.

Desde el punto de vista de la lengua y el estilo, la “Eneida” es el fruto de un largo trabajo de profundización en las antiguas epopeyas griegas como la Ilíada” y la “Odisea” de Homero, así como en los poemas épicos “Las argonaúticas” del poeta griego Apolonio de Rodas, y “Anales” del romano Quinto Ennio. No obstante, Virgilio consigue un lenguaje poético autónomo y original, y una perfección métrica que lo convertió durante siglos en modelo de perfección formal.

Todos estos aspectos técnicos del grupo escultórico de Bernini van destinados a resaltar al personaje, Eneas, como una especie de rey- sacerdote, al que Héctor, príncipe troyano, sabiendo que toda resistencia es inútil para la defensa de la ciudad, se ocupa de la supervivencia de Troya por otros medios, le encarga que la salve. Eneas nunca será propiamente un guerrero, sino un hombre responsable, que cumple a conciencia sus obligaciones con su familia, con los dioses y con la colectividad. Al recomendarle que salve a los Penates, Héctor está pensando en algo más que en unas simples representaciones de los dioses.

Pues aunque Penates, Lares y Vesta eran divinidades protectoras del hogar, una especie de dioses familiares, también el Estado romano honraba a los Penates publici y confiaba a las vestales el mantenimiento de un fuego perpetuamente encendido. Resulta emotiva su evocación de Troya y la expresión de sus auténticos deseos. Eneas, se ha sostenido muchas veces, que es un héroe triste: debe renunciar a su patria (Troya) y a su amor (Dido), por su misión (Italia). En un principio, Eneas estaba indeciso por tal cometido, pero más tarde recupera la confianza en su misión gracias a dos mensajes procedentes de lo alto. Se ha señalado que en la mente de Eneas móviles puramente humanos como el deseo de fundar una ciudad adquieren un revestimiento religioso en forma de dioses, hados, etc. El Hado entonces que empuja irresistiblemente al héroe no sería sino la proyección a términos religiosos de una voluntad de actuar casi compulsiva.

Ciertas tradiciones oscuras, de las que algunos autores han conservado alguna huella, se refieren a Eneas como fundador directo de Roma, para otros será un descendiente suyo, Rómulo, el fundador de Roma; su hijo Ascanio o Yulo, fundará el Alba Longa, la metrópoli de Roma. Pero es evidente que la versión virgiliana se ha impuesto a todos los escritores posteriores, y es la única que se mantiene viva desde el siglo I de nuestra era.

La leyenda de Eneas tenía el mérito de otorgar a Roma títulos de nobleza al hacer remontar la raza de sus fundadores a los orígenes mismos de los tiempos históricos y al atribuirle antepasados divinos: Júpiter (Zeus) y Venus (Afrodita). Además, la grandeza de Roma parecía vaticinada por el propio Homero. Finalmente, Roma parecer llevar a término, en el seno de su imperio, la reconciliación de las dos razas enemigas, los troyanos y los griegos. (Por Yurena Brito González)