Isabel I, en
inglés Elizabeth I, a menudo conocida como La Reina Virgen, Gloriana o La Buena
Reina Bess, (Greenwich, 7 de septiembre de 1533 – Richmond, 24 de marzo de
1603) fue reina de Inglaterra e Irlanda desde el 17 de noviembre de 1558 hasta
el día de su muerte. Isabel fue la quinta y última monarca de la Dinastía
Tudor. Hija de Enrique VIII, nació como princesa, pero su madre, Ana Bolena fue
ejecutada cuando ella tenía tres años, con lo que Isabel fue declarada hija
ilegítima. Sin embargo, tras la muerte de sus medios hermanos Eduardo VI y
María I, Isabel asumió el trono.
Una de las
primeras medidas que tomó fue establecer una iglesia protestante independiente
de Roma, que luego evolucionaría en la actual Iglesia de Inglaterra, de la que
se convirtió en la máxima autoridad. Se esperaba que Isabel contrajera
matrimonio, pero pese a varias peticiones del Parlamento, nunca lo hizo. Las
razones para esta elección no se conocen, y han sido ampliamente debatidas. A
medida que Isabel fue envejeciendo, su virginidad la volvió famosa, y un culto
creció alrededor de ella, celebrado en retratos, desfiles y literatura de la
época.
La reina se hizo
cargo de un país dividido por cuestiones religiosas en la segunda mitad del
siglo XVI. Durante su reinado, Inglaterra tuvo un gran esplendor cultural, con
figuras como William Shakespeare y Christopher Marlowe; también han sido
importantes personajes Francis Drake y John Hawkins. Mantuvo gélidas relaciones
con Felipe II, con quien libró una guerra que arruinó económicamente a ambos
países. Su reinado de 44 años y 127 días ha sido el quinto más largo de la
historia inglesa, por detrás de los de Victoria I, Isabel II, Jorge III y
Eduardo III de Inglaterra.
INFANCIA Y JUVENTUD
Isabel nació en
el palacio de Placentia, el 7 de septiembre de 1533, siendo la hija de Enrique
VIII de Inglaterra y de su segunda esposa, Ana Bolena. Enrique habría preferido
un varón para asegurar la sucesión de la casa Tudor pero, tras su nacimiento,
Isabel se convirtió en princesa heredera al trono de Inglaterra.
Al ser Ana
incapaz de dar un heredero al rey, éste ordenó ejecutarla bajo la acusación de
traición (el adulterio al rey se consideraba traición) y brujería, por haber
mantenido relaciones incestuosas con su hermano mayor (19 de mayo de 1536);
cargos que son considerados hoy como falsos, aunque existen cartas cruzadas
entre la reina María I Tudor, medio hermana de Isabel y su esposo el rey Felipe
II de España, en las que María informa a su esposo que no considera a Isabel su
legítima sucesora por ser hija del músico Mark Smeaton, lo que daría hoy en día
un vuelco a la inocencia de Ana Bolena en su acusación de adulterio, cuando su
madre murió fue dejada al cuidado de Lady Margaret Bryan hasta que su hermano
nació y después fue educada por Katherine Ashley.
Isabel tenía
entonces tres años cuando fue declarada hija ilegítima, por lo que perdió su
título de princesa. Vivió retirada de la Corte, lejos de su padre y de sus
sucesivas esposas, aunque la última de éstas, Catalina Parr, medió para que
padre e hija se reconciliaran. Isabel, junto con su medio hermana María Tudor,
hija de Catalina de Aragón, recobró sus derechos en la línea sucesoria, detrás
de su hermano el príncipe Eduardo hijo de Jane Seymour, gracias al Acta de
Sucesión de 1544.
Entre sus
asistentes en la época del exilio, destacan Katherine Champernowne y Matthew
Parker. La primera fue incluida entre los miembros de la casa de Isabel
previamente a la muerte de su madre y mantuvo con la futura reina una amistad
que se prolongó hasta su posterior deceso. Matthew Parker fue el sacerdote
favorito de Ana Bolena, quien le hizo prometer antes de su ejecución, que se
preocuparía del bienestar de su hija.
En cuanto a su
personalidad, Isabel tenía mucho en común con su madre: neurótica, carismática,
enamoradiza y fervientemente protestante. También heredó su delicada estructura
ósea, así como sus rasgos faciales; del rey, sólo su cabello rojizo. Tras la
muerte de Enrique VIII en 1547 y el ascenso al trono de su hijo, Eduardo VI,
Catalina Parr contrajo nuevo matrimonio con Thomas Seymour — tío de Eduardo —
llevándose a Isabel consigo. Allí, ésta recibió una exquisita educación que le
propició una excelente expresión en su inglés natal, en francés, en italiano,
en español, en griego y en latín. Bajo la influencia de Catalina, Isabel se
formó como protestante.
Mientras su
medio hermano se mantuvo en el trono, la posición de Isabel fue inestable. Sin
embargo, en 1553, Eduardo moriría a los 15 años. Antes de su fallecimiento, y
contraviniendo el Acta de Sucesión dictada por su padre en 1544, Eduardo
declaró heredera a lady Jane Grey, que sería depuesta unos días después de su
coronación, el 19 de julio de 1553. Apoyada por el pueblo, María Tudor ingresó
triunfante en Londres acompañada de su media hermana.
Sin hacer caso
de la opinión pública, María contrajo matrimonio con el príncipe Felipe de
España, futuro rey de España bajo el nombre de Felipe II. La impopularidad de
esta unión, provocó en María el miedo a ser derrocada por una rebelión popular
que nombrara a Isabel como nueva monarca. Este temor casi se hizo realidad
cuando la rebelión de Thomas Wyatt de 1554 intentó evitar su boda. Tras su
fracaso, Isabel fue hecha prisionera en la Torre de Londres pero su ejecución,
solicitada por algunos miembros del séquito español, nunca se materializó
debido a la resistencia de la corte inglesa a enviar a un miembro de los Tudor
al patíbulo.
La reina intentó
entonces apartar a Isabel de la línea sucesoria como castigo pero el Parlamento
se lo impidió. Tras dos meses de encierro en la Torre, Isabel fue puesta bajo
vigilancia de Sir Henry Bedingfield. A finales de ese año, corrió el falso
rumor de que María se encontraba embarazada. Se permitió entonces que Isabel
retornara a la corte, ya que Felipe guardaba cierto recelo a que su esposa
muriera durante el parto, en cuyo caso prefería que el trono fuera destinado a
la recluida.
Al instante en
el que se desmintió el hecho, María, incapaz de evitar que Isabel la sucediera,
intentó convertirla al catolicismo, cosa que esta última fingió aceptar pese a
que en su interior siguió siendo fiel a la fe protestante.
PRIMEROS AÑOS EN EL PODER
En 1558, tras la
muerte de María, Isabel subió al trono, siendo coronada el 15 de enero de 1559,
en lo que fue la última ceremonia de coronación en latín de Inglaterra (a
partir de su sucesor, Jacobo I, el rito de coronación se realizó en inglés).
Isabel era mucho más popular que su hermana María y se dice que, tras la muerte
de ésta, el pueblo lo celebró por las calles.
Al comienzo de
su reinado, la política exterior de Isabel se caracterizó por su cautelosa
relación con la España de Felipe II, que se había ofrecido a casarse con ella
en 1559, y sus problemáticas relaciones con Escocia y Francia, país este último
con el que se encontraba en guerra debido a que su hermana María había decidido
apoyar a su marido Felipe en la guerra casi continua en la que se hallaban
inmersas España y Francia desde 1522.
La reina de
Escocia, María Estuardo (nieta de Margarita Tudor, hermana de Enrique VIII),
estaba casada con Francisco II de Francia. Aunque residía en Francia, su madre,
María de Guisa, parte de una de las más poderosas y católicas casas nobiliarias
francesas, regía el reino en su ausencia, defendiendo los intereses de los
católicos en Escocia. Debido a la guerra contra Francia en la que se encontraba
inmersa Inglaterra, Francisco II apoyó las pretensiones de su mujer al trono
inglés, mientras que la madre de ésta permitía la presencia de tropas francesas
en bases escocesas.
Rodeados por la
amenaza francesa, Isabel y Felipe se vieron forzados a unir fuerzas pese a sus
diferencias religiosas. Por un lado, y gracias a la mediación de Felipe,
Inglaterra se sumó al tratado de paz de Cateau-Cambrésis en 1559, en el que
Isabel renunció formalmente a la última plaza inglesa en el continente, Calais,
capturada el año anterior por Francisco de Guisa, hermano de María de Guisa;
por su lado, Francia se comprometía a retirar su apoyo a las pretensiones de
María Estuardo al trono inglés. Durante las celebraciones que acompañaron a la
firma de este tratado de paz, Francisco II murió, lo que provocó en 1561 el
regreso de su esposa María a Escocia
Además, en el
mismo año (1559), Isabel apoyó la revolución religiosa de John Knox, líder
protestante escocés, que buscaba eliminar la influencia católica en Escocia.
Isabel envió un ejército a sitiar Leith, donde se concentraban las tropas
francesas, y una armada a bloquear el Fiordo de Forth, donde se esperaba que
los franceses desembarcaran refuerzos para apoyar a los escoceses. Aunque el
sitio de Leith fue un terrible fracaso, la armada logró impedir el desembarco
francés, y facilitó la victoria rebelde, logrando, tras la muerte de María de
Guisa en 1560, la firma por parte de representantes de María Estuardo del
Tratado de Edimburgo, que eliminó la influencia francesa en Escocia, aunque
María se negó siempre a ratificar dicho tratado.
Mientras tanto,
en Francia, Catalina de Médicis, regente en nombre de Carlos IX tras la muerte
de Francisco II, fue incapaz de impedir a Francisco de Guisa llevar a cabo una
matanza de hugonotes, con lo que estalló una guerra religiosa entre la casa
católica de Guisa, dirigida por Francisco y la casa protestante de Borbón,
dirigida por el príncipe de Condé, Luis Borbón. Isabel apoyó la causa
protestante, llegando a comprar a estos últimos el puerto de El Havre, que pensaba
intercambiar por Calais al final de la guerra. Sin embargo, tras la tregua
entre protestantes y católicos de 1563, Isabel fue incapaz de retener El Havre
y firmó una paz con Francia en 1564.
Tras las
victorias en Escocia y la desafortunada intervención en Francia, desaparecieron
los únicos elementos comunes de la política exterior de Isabel y Felipe II, lo
que se tradujo en un continuo decaimiento de las relaciones entre ambos países,
a la vez que en un acercamiento de Inglaterra a Francia. Desde los primeros
años de su reinado, Isabel depositó su confianza en Sir William Cecil (Lord
Burghley desde 1572), que fue primero Secretario Real y luego Tesorero real
hasta su muerte en 1598, momento en el cual la confianza de la reina pasó al
hijo de éste, Robert Cecil.
LA SUCESIÓN: MARÍA ESTUARDO
Poco después del
ascenso de Isabel al trono se inició un debate sobre quién tenía que ser el
esposo de la reina, incluyendo la petición del Parlamento a la reina de que
contrajera matrimonio. Sin embargo, contraer matrimonio hubiera significado
para Isabel compartir el poder con el rey consorte, algo hacia lo que sentía
cierta repulsión, y que puede explicar en parte su negativa constante a hablar
siquiera de matrimonio.
Sin hijos que le
sucedieran, Isabel tenía dos herederas lógicas: María Estuardo, descendiente de
la hermana mayor de Enrique VIII, Margarita Tudor, y Catherine Grey,
descendiente de la hermana menor de Enrique VIII, María Tudor. Isabel sentía
animadversión tanto hacia la primera, por sus enfrentamientos anteriores y su
catolicismo, como hacia la segunda, que se había casado sin el permiso real y
cuya hermana Jane había "usurpado" el trono inglés.
El problema de
la sucesión se agravó en 1562, año en el que Isabel sufrió la varicela. Aunque
se recuperó, el Parlamento volvió a insistir en la necesidad de que se casara
para obtener descendencia, a lo que Isabel se negó, disolviendo el parlamento
hasta 1566. Ese año la reina necesitaba el permiso del Parlamento para recaudar
más fondos; éste le fue otorgado a condición de que se casara, a lo que Isabel
volvió a negarse. En 1568, Catherine Grey murió dejando descendientes que por
distintas razones no eran aptos para el trono; así pues, María Estuardo vio aún
más reforzada su posición de heredera natural del reino.
Sin embargo,
María tenía sus propios problemas en Escocia, donde una rebelión provocada por
su boda con el asesino de su segundo marido (con el que había concebido a
Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia) forzó que abdicara en éste y huyera a
Inglaterra. Allí fue muy mal recibida, y debido tanto al peligro que suponía
para Isabel como heredera del trono como al descubrimiento de unas cartas donde
supuestamente instigaba a los asesinos de su segundo marido a actuar, fue
recluida en el Castillo de Sheffield.
Apoyo a la causa protestante. En 1568,
Isabel se sintió amenazada por la durísima represión del Duque de Alba de las
revueltas protestantes en Holanda, así como por el ataque de Felipe II contra los
barcos de los piratas Francis Drake y John Hawkins. Mientras que sus
consejeros, encabezados por Francis Walsingham, pedían a la reina que apoyara
la causa protestante como ya había hecho años antes con el príncipe de Condé,
ésta se inclinó por ordenar la captura de la flota de Indias en 1569.
Ese mismo año
(1569) se producen dos levantamientos: la llamada Rebelión del Norte, liderada
por nobles católicos de dicha zona, que esperaban contar con el apoyo de España
contra Isabel, y la primera rebelión de Desmond contra el gobierno inglés en
Irlanda, liderada por James Fitzmaurice Fitzgerald. Sin embargo, tanto el Duque
de Alba como Felipe II eran reacios a intervenir en Inglaterra, dada la
complicada situación en Holanda. Privados sus enemigos de apoyo exterior,
Isabel pudo hacer frente a las rebeliones, aunque fue excomulgada por una bula
papal de 1570, que exacerbó sus problemas con los católicos. Un año después el
banquero florentino Ridolfí planeó asesinar a la reina y colocar a María
Estuardo en el trono, con apoyo de España, para restaurar el catolicismo. Sin
embargo, el plan fue descubierto por Cecil, y los conspiradores fueron
ejecutados. Entre ellos se encontraba el duque de Norfolk, primo de Isabel.
El
endurecimiento de sus problemas con los católicos no impidió a Isabel
inclinarse por una alianza con Francia como contrapeso a España, a pesar de la
matanza de San Bartolomé de 1572. Llegó incluso a negociar su matrimonio con el
futuro Enrique III, y tras la coronación de éste, con su hermano Francisco de
Anjou, que falleció en 1584 antes de que la unión pudiera llevarse a cabo.
La presión sobre
Isabel para que apoyara a los protestantes holandeses fue incrementándose,
hasta que en 1577 el consejo real, incluyendo a Cecil, aprobó unánimemente el
envío de una fuerza expedicionaria. La reina confirió el mando de dicha fuerza
a Robert Dudley, conde de Leicester, pero cambió de opinión al año siguiente
retirando su apoyo por su reticencia a entrar en un conflicto abierto con
España.
En 1579,
apoyándose en la bula de excomunión contra Isabel, James Fitzmaurice Fitzgerald
lanzó la segunda rebelión de Desmond. Contaba con el apoyo del Papa, que envió
tropas y dinero, y de Felipe II, que envió un pequeño cuerpo expedicionario a
Irlanda, aceptando ser coronado en lugar de Isabel cuando la revolución
triunfara. Sin embargo, las tropas de la reina lograron contener
progresivamente la rebelión, acabando con ella en 1583.
LA GUERRA CON ESPAÑA
España
presionaba los intereses ingleses con fuerza: el apoyo a los rebeldes
irlandeses y el ascenso de Felipe II al trono de Portugal, y sobre todo la
desesperada situación protestante en Holanda (con Amberes a punto de caer) y
Francia, donde la Liga Católica y la familia Guisa habían logrado imponer su
voluntad a Enrique III, constituían serias amenazas para Inglaterra.
Temiendo la
rendición holandesa y la coronación de un títere español en Francia, Isabel se
comprometió en 1585 a apoyar a los rebeldes holandeses, enviando al Conde de
Leicester con 5.000 hombres y 1.000 caballos. Como garantía de pago por sus
gastos, Isabel deseaba los puertos de Brielle y Flesinga. Sin embargo, rechazó
ser coronada reina de Holanda, ya que eso le hubiera comprometido totalmente en
la guerra, y su situación económica no lo permitía. El conde de Leicester no
fue capaz de obtener ninguna victoria militar significativa, y de hecho todas
sus intervenciones acabaron en derrota. Esto, unido a su aceptación contra la
expresa voluntad de Isabel del título de gobernador general de Holanda, provocó
que fuera llamado a Inglaterra en 1587.
Asimismo, Isabel
apoyó la actividad pirata de Francis Drake contra la marina mercante española,
lo que llevó a Felipe II a considerar la posibilidad de una guerra abierta
contra Inglaterra, en cuanto hubiera una razón de peso para ello.
Una nueva
conspiración católica contra Isabel otorgó a Felipe la excusa que buscaba. El
rico comerciante londinense Anthony Babington pretendía asesinar a la reina y
coronar a María Estuardo. La trama fue descubierta en la primavera de 1586; se
reveló que en la misma había participado la propia María, por lo que el
Parlamento pidió su ejecución. Isabel se resistió todo lo que pudo, pero
finalmente fue incapaz de soportar la presión, ordenando la ejecución de María,
que en su testamento cedió a Felipe sus derechos al trono inglés.
Felipe comenzó,
por tanto, a preparar el plan de invasión de Inglaterra que se apoyaba en los
tercios de Holanda, mientras Isabel reforzaba la marina de su reino. En 1587,
Drake atacó con éxito Cádiz, destruyendo varios barcos y retrasando
efectivamente hasta 1588 a la famosa Armada Invencible. Sin embargo, la Armada
vio frustrado su propósito por la resistencia inglesa, por el bloqueo holandés
y por el mal tiempo.
La victoria sobre
la Armada llenó de alivio a Isabel, que ya no habría de temer una invasión de
los tercios españoles. Pero el ambiente en Inglaterra tras la batalla distó de
ser una algarabía de fervor patriótico y festejos por el fracaso de la invasión
española. A la batalla siguieron todo tipo de disturbios y enfrentamientos
políticos provocados por las penalidades pasadas por los combatientes ingleses,
que tardaron meses en cobrar sus sueldos debido a que la guerra llevó al borde
de la bancarrota a las coronas inglesa y española. Aún así, confiada por la
victoria, en 1589 la reina ordenó una expedición contra Lisboa, la Contraarmada
(superior incluso a la Armada Invencible), con el objetivo de acabar con los
restos de la flota española del Atlántico e incitar a Portugal a un
levantamiento en contra de Felipe. Sin embargo, esta expedición acabó en
desastre, ya que fue incapaz de capturar la capital portuguesa, perdiendo gran
cantidad de soldados, marineros y buques, y provocando una gran crisis
económica.
Más éxito
tuvieron sus intervenciones en favor de los protestantes holandeses (8000
soldados) y en la guerra civil francesa, a favor del también protestante
Enrique IV de Francia (20.000 soldados), ya que al apoyar a Enrique, Isabel
distrajo la atención de España, permitiendo a los rebeldes holandeses
recuperarse cuando ya creían su derrota casi segura. Aunque la guerra religiosa
se decantó del lado católico, al convertirse Enrique al catolicismo en 1593,
Isabel mantuvo la alianza con Francia debido a la necesidad de proseguir la
lucha contra España. Aunque retiró sus tropas de Francia en 1596, Isabel volvió
a enviar de nuevo 2000 soldados tras la captura española de Calais.
Isabel envió aún
dos flotas en contra de España, una en 1596 que fracasó en su intento de atacar
las colonias americanas (y que causó la muerte de Francis Drake y John
Hawkins), y otra en 1597, que logró saquear Cádiz. Felipe, por su parte, envió
también dos expediciones contra Inglaterra, la primera de las cuales logró
desembarcar en Cornwall y saquear los territorios circundantes, hecho conocido
como Batalla de Cornualles, pero la segunda flota naufragó en Finisterre debido
a un temporal.
Mientras
guerreaba contra España, Isabel se tuvo que enfrentar a una nueva rebelión en
Irlanda, la Guerra de los Nueve Años irlandesa (1594-1603), donde Red Hugh
O'Donnell y Hugh O'Neill se levantaron contra la colonización inglesa. La reina
se vio forzada a enviar 17000 soldados al mando de Robert Devereux, conde de
Essex en 1599 para frenar el alzamiento, pero éste fracasó. Charles Blount,
VIII Baron de Mountjoy le sucedió con éxito, lo que provocó que España,
paralizada desde la muerte de Felipe II en 1598, interviniera en 1601 a favor
de los rebeldes con 3500 soldados que desembarcaron en Kinsale. Cercados por
los ingleses, fueron derrotados junto a sus aliados irlandeses en la batalla de
Kinsale que puso fin a la intervención española en Irlanda. Hacia 1603 la
rebelión irlandesa estaba controlada.
MUERTE DE LA REINA
Isabel cayó
enferma el 24 de marzo de 1603, padeciendo debilidad e insomnio. Murió el 24 de
marzo en el palacio de Richmond, a los 69 años de edad, siendo enterrada en la
abadía de Westminster, al lado de su hermana María I. Sobre sus tumbas se puede
leer la siguiente inscripción: “Compañeras en el trono y la tumba, aquí
descansan dos hermanas, Isabel y María, en la esperanza de una resurrección”.
Según el
testamento de Enrique VIII, los herederos de Isabel tenían que ser los
descendientes de María Tudor, duquesa de Suffolk, hermana menor de Enrique. Sin
embargo, el único descendiente con capacidad para reclamar la corona era el
hijo de su prima María I Estuardo. A las pocas horas de morir Isabel, Jacobo VI
de Escocia ascendió al trono como Jacobo I
LA CONVERSIÓN DE INGLATERRA AL
PROTESTANTISMO
Uno de los
hechos más destacados del reinado de Isabel es la transformación de Inglaterra,
un país mayoritariamente católico, en un país mayoritariamente protestante.
María, media hermana de Isabel, había restaurado el catolicismo durante su
época de gobierno, hasta tal punto que Isabel no encontró a ningún Obispo
importante que oficiara su coronación y tuvo que recurrir al obispo de
Carlisle.
Ya en 1559,
Isabel, suprema gobernadora de la iglesia inglesa, proclamó el Acta de
Uniformidad, que obligaba a usar una versión revisada del Devocionario de
Eduardo VI - un libro protestante - en los oficios y a ir a la iglesia todos
los domingos, y el Acta de Supremacía que forzaba a los empleados de la corona
a reconocer mediante juramento la subordinación de la iglesia inglesa a la
monarquía. La mayoría de los obispos católicos instaurados por María se negaron
a aceptar estos cambios, y fueron depuestos y sustituidos por personas
favorables a las tesis de la reina.
Isabel intentó
durante sus primeros años una política de tolerancia hacia los católicos; sin
embargo, las rebeliones de 1569 y 1571 y la bula papal de excomunión de 1570,
obligaron a la reina a endurecer sus medidas contra los católicos. Entre 1584 y
1585 se aprobó una ley que condenaba a muerte a aquellos sacerdotes católicos
que se hubieran ordenado tras el ascenso de la reina en 1559. Debido en parte a
la persecución, en parte a la identificación de protestantismo y patriotismo
durante la guerra contra España y en parte a la muerte por envejecimiento de la
mayoría de los sacerdotes católicos que quedaban vivos, el país se había
convertido efectivamente en protestante para cuando la reina falleció en 1603.