Karol Józef Wojtyła (Wadowice,
Polonia, 18 de mayo de 1920 – Ciudad del Vaticano, 2 de abril de 2005), más
conocido como Juan Pablo II, fue el 264º papa de la Iglesia Católica y jefe de
Estado de la Ciudad del Vaticano desde el 16 de octubre de 1978 hasta su muerte
en 2005. Tras haber sido obispo auxiliar (desde 1958) y arzobispo de Cracovia
(desde 1962), se convirtió en el primer papa polaco en la historia, y en el
primero no italiano desde 1523. Su pontificado de casi 27 años ha sido el
tercero más largo en la historia de la Iglesia católica, después del de San
Pedro (se cree que entre 34 y 37 años, aunque su duración exacta es difícil de
determinar) y el de Pío IX (31 años).
Juan Pablo II ha sido aclamado
como uno de los líderes más influyentes del siglo XX, recordándoselo
especialmente por ser uno de los principales símbolos del anticomunismo y por
su lucha contra la expansión del marxismo por lugares como Iberoamérica, donde
combatió enérgicamente al movimiento conocido como la teología de la liberación,
con la ayuda de su mano derecha, a la postre sucesor, Joseph Ratzinger.
Jugó asimismo un papel decisivo
para poner fin al comunismo en su Polonia natal y, finalmente, en toda Europa,
así como para la mejora significativa de las relaciones de la Iglesia católica
con el judaísmo, el islam, la Iglesia ortodoxa oriental, y la Comunión
Anglicana.
De entre los hechos más notorios
de su pontificado destaca el intento de asesinato que sufrió el 13 de mayo de
1981, mientras saludaba a los fieles en la Plaza de San Pedro, a manos de
Mehmet Ali Agca, quien le disparó a escasa distancia desde la multitud. Tiempo
después el terrorista fue perdonado públicamente por el pontífice en persona.
Fue uno de los líderes mundiales
más viajeros de la historia, visitando 129 países durante su pontificado,
hablando además los idiomas siguientes: italiano, francés, alemán, inglés,
español, portugués, ucraniano, ruso, croata, el esperanto, griego antiguo y
latín, así como su natal polaco. Como parte de su especial énfasis en la
llamada universal a la santidad, beatificó a 1.340 personas y canonizó a 483
santos, más que la cifra sumada de sus predecesores en los últimos cinco
siglos. El 19 de diciembre de 2009, Juan Pablo II fue proclamado Venerable por
su sucesor, el papa Benedicto XVI, quien también presidió la ceremonia de su
beatificación el 1 de mayo de 2011.
CONTROVERSIAS DURANTE SU PONTIFICADO
Juan Pablo II tuvo que afrontar
durante su pontificado y también tras su muerte diferentes controversias tanto
a nivel interno de la Iglesia como en el encuentro con el mundo de hoy. Entre
estas controversias las más célebres fueron:
Juan Pablo II se mantuvo fiel a
las normas de moral sexual emanadas de la encíclica Humanae Vitae, que
recordaba la posición de la Iglesia a lo largo de los siglos sobre este tema
(promulgada por Pablo VI en 1968). Al igual que Pablo VI esta posición recibió
críticas por algunos sectores católicos que proclamaban un cambio de ideología
en consonancia con las ideas de mayo del 68 y condenó también el uso de
anticonceptivos siguiendo a sus predecesores en el pontificado.
Dicha posición le atrajo duras
críticas de sectores que ven a la misma como un obstáculo para la lucha y la
prevención de enfermedades de transmisión sexual como el sida y el control de
la natalidad en países en vías de desarrollo, especialmente. Sin embargo,
dentro de sus principios éticos dio explicaciones profundas a este problema, y
señaló las fallas de la política para limitar los problemas que aquejan al
mundo, con lo cual se toma ya por hecho que nada puede cambiar en este mundo, y
que la dignidad de hombres y mujeres no es ya más que una ilusión, para
aquellos que deberían impulsar la capacidad constructiva del ser humano.
Su oposición a relajar las
exigencias de celibato de los sacerdotes, especialmente después de las
presiones de muchos grupos ante los escándalos de algunos ministros en
diferentes países. Lo cual vuelve a la misma crítica interna, nadie es obligado
a tomar este juramento, y la iglesia no se cierra, ni es exclusiva de los
sacerdotes; sino que incluye a quienes libremente crean sociedades ajenas a la
iglesia, con lo que se respeta a aquellos que hacen de su vida un proyecto de
ayuda a sus semejantes. Dando así como resultado, que hombres y mujeres
practiquen su fe.
La posición de la mujer dentro de la Iglesia Católica: En su
vertiente doctrinal ha reafirmado la doctrina católica de que la mujer no puede
ser ordenada sacerdote y en su vertiente administrativa y de gobierno, la
estructura de la Iglesia, formada íntegramente por hombres ordenados, no tiene
a ninguna mujer en ningún puesto relevante. Paradójicamente y pese a la
confirmación de esta antigua tradición, el pontificado de Juan Pablo II es el
que más avances ha tenido en cuanto a la posición de la mujer en la Iglesia
Católica. Algunas mujeres llegaron incluso a representar a la Iglesia Católica
a modo oficial en conferencias internacionales.
Fue además el primer Papa de la
historia que escribió un documento extenso dedicado a la mujer, la Carta
Apóstolica "Dignidad de la Mujer" en donde se puede leer: "En el
Año Mariano la Iglesia desea dar gracias a la Santísima Trinidad por el
«misterio de la mujer» y por cada mujer, por lo que constituye la medida eterna
de su dignidad femenina, por las «maravillas de Dios», que en la historia de la
humanidad se han cumplido en ella y por medio de ella. En definitiva, ¿no se ha
obrado en ella y por medio de ella lo más grande que existe en la historia del
hombre sobre la tierra, es decir, el acontecimiento de que Dios mismo se ha
hecho hombre?"
El carácter ecuménico del pontífice: Aunque la Iglesia Católica
adelanta los diálogos ecuménicos con las diferentes iglesias, en el caso de las
iglesias protestantes no reconoce a sus ministros ni a sus celebraciones
eucarísticas como válidas. Sin embargo, el bautismo de las iglesias
protestantes es válido en virtud del antiguo credo ecuménico "un sólo
bautismo", siempre y cuando sea de acuerdo a la fórmula trinitaria. Los
partidarios de Juan Pablo II, por su parte, reconocen los enormes avances que
ha habido en este campo en su pontificado y la correspondencia entre más de 400
años de separación de la Reforma Protestante y un proceso de diálogo comenzado
abiertamente durante el Concilio Vaticano II a tan sólo menos de 50 años.
Intento de la Iglesia Católica de imponer sus opciones morales en el
ámbito civil: Los críticos expresan que en materia de asuntos relacionados
con la moral sexual, como la oposición a la anticoncepción, al matrimonio entre
personas del mismo sexo, la experimentación con carácter terapéutico con
células madre, el aborto y la eutanasia, entre otros, es una interferencia de
la Iglesia en el terreno de lo civil. A través de las conferencias episcopales
o mediante la participación de la Santa Sede en numerosos organismos y
conferencias internacionales, la Iglesia intenta incidir en la legislación a la
que considera en contra de la naturaleza humana. Por su parte, la Iglesia, que
confirma el principio de libre determinación de los pueblos, acude al derecho
de participación democrática como otro sujeto social más con derecho a
disentir.
Por otra parte, el principal
interlocutor de la doctrina y los dogmas de la Iglesia es el creyente y si bien
la Iglesia y las iglesias consideran su mensaje moral de carácter universal por
estar basado en la dignidad humana, el no creyente viene respetado en su libre
albedrío, tal como viene expresado en el Magisterio de la Iglesia del cual Juan
Pablo II no se apartó.
También fue criticado por visitar
países de gobierno dictatorial, como Chile bajo la dictadura de Pinochet o la
Cuba de Fidel Castro, o por haber apoyado la labor del nuncio en Argentina
durante la dictadura militar, Pío Laghi, que, según defensores de los derechos
humanos[cita requerida] en Argentina, apoyó tácitamente la represión llevada a
cabo por los militares. Al tiempo que esto ocurría, Juan Pablo II criticó
públicamente, durante su visita a Nicaragua en 1983 a Ernesto Cardenal, por
ocupar un cargo en el Gobierno Sandinista, como ministro de educación del régimen
que había derrocado la dictadura de Somoza en 1979.
Estos incidentes fueron
presentados por sus detractores como un alineamiento del papado con las
dictaduras militares latinoamericanas. Sin embargo, para otros sectores,
visitas como la Cuba en 1998, constituyeron un intento del Papa por abrir la
dureza de los regímenes, como hizo en Polonia, su propio país. Y que nunca
limito sus discursos señalando la situación en la que vivían las víctimas de
los "gobiernos manchados de sangre"
Ha sido también criticado por su
excesiva proyección externa y su supuesta obsesión por las ceremonias
multitudinarias, con la consiguiente presencia en medios de comunicación. Ello
habría contribuido a trivializar la figura del Papa, hasta el punto de que
diversos ambientes católicos le acusan de haber convertido a la Iglesia en un
"parque temático" y no en el lugar de espiritualidad profunda que
debería ser. El propio Juan Pablo II, sin embargo, solía justificar sus viajes
por la oportunidad de hacer presente la doctrina de la Iglesia en todas partes;
muchas veces —afirman sus partidarios— su viaje ha sido ocasión de dar a
conocer al mundo grandes injusticias que de otro modo habrían quedado
oscurecidas, como las graves violaciones a la libertad y los derechos humanos
en la Europa Oriental de entonces o los barrios de favelas en Brasil o el
atraso económico de tantos países de África.